Una república musical

SANTIAGO DE CHILE.- Podría ser un disparatado y genial cuento de Fontanarrosa o bien podría ser verdad. Imaginen que Lollapalooza es una república ambulante, nómade, a la que todos estamos invitados a ser sus ciudadanos. Una en la que no se necesita pasaporte para entrar. El único requisito, claro está, es adquirir una entrada para disfrutar de ella, pero, al fin de cuentas, resulta mucho más barato que intentar conseguir la residencia en un país del norte de América o en la eurozona.

Pero esa república bien podría tener fines más turbios: copar el mundo con su música, su propuesta de vida al aire libre, conciencia verde y una sonrisa amplia y amable para destrabar situaciones engorrosas. Por ahí dicen que ya no hay bandas capaces de llenar un estadio, a cambio hay 60.000 personas o más (por día) con las herramientas necesarias para colmar un espacio, en este caso el coqueto Parque O'Higgins, de Santiago de Chile, y plantar una semilla en el lugar. Aquí eso sucedió hace cinco años, en San Pablo hace tres y, en Buenos Aires, este año tendremos el segundo capítulo, el próximo fin de semana en el Hipódromo de San Isidro.

Como toda república -¿o deberíamos decir nación?- Lolla tiene su padre: Perry Farrell, quien ideó una feria de diversiones ambulante con números vivos y atracciones paganas para despedir con una enorme fiesta a su banda, Jane's Addiction. Pero ya ven lo que pasó: su grupo volvió y el festival que le dio visibilidad mundial a la generación alternativa de los 90 también. Primero se afincó en Chicago, luego se extendió a América del Sur y ahora disfruta de su éxito y de su envión expansivo: en septiembre desembarcará en Berlín, en paralelo a la diversificación de su principal competidor,Rock in Rio, que esta temporada llegará a Las Vegas y también volverá a tener una edición en la soleada Río de Janeiro.

Nadie conoce el nombre del ministro de economía, ni el de seguridad ni el de temas ambientales, pero salta a la vista que todo transcurre según un plan diseñado al detalle y testeado en varias sedes. Para comer o tomar algo se necesitan comprar unas fichas que luego podrán ser canjeadas en los cientos de puestos de alimentación; para desechar la basura que uno ha generado no tiene más que esperar que el ejército de voluntarios pase con sus bolsas o acercarse a los canastos de reciclado ¿Y la seguridad? Todos la están pasando bien con amigos, solos, viendo bandas, paseando, recostados en el pasto, comiendo un sándwich o tomando un...

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