El renacimiento de una esperanza

¿Volveremos a ser una república democrática "normal", como las que prevalecen en Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá y buena parte de América latina (léase Uruguay, México, Chile, Brasil, Perú o Colombia)? Después del ocaso de la pretensión hegemónica de Néstor y Cristina Kirchner, ésta es la pregunta que debiéramos formularnos en la Argentina.La distinción entre una "pretensión hegemónica", como la que , y una república democrática "normal", como las que prevalecen en casi todo el resto de Occidente, no es meramente formal. Por aquí se desplaza en efecto la frontera entre el autoritarismo y la libertad. La discontinuidad de la presidencia de Cristina Kirchner, que se manifestará plenamente en diciembre del año que viene, ¿permitirá la recreación de una nueva línea sucesoria, esta vez republicana y no autoritaria? La buena noticia es que ninguno de los precandidatos a suceder a Cristina en , y ya se apelliden Sanz, Macri, Massa, Carrió, Scioli, Binner o Cobos, presenta signos inquietantes del síndrome autoritario. De aquí a algo más de un año, pues, lo más probable es que nuestro país integre la lista mayoritaria de las repúblicas democráticas, entendiendo por tales aquellas donde no gravitan las distorsiones monopólicas.Así se recreará la continuidad de la república democrática que los Kirchner quisieron interrumpir. Reconciliado con esta tradición, nuestro país se pondrá en condiciones de convivir otra vez con el resto de las naciones libres, hasta ocupar de nuevo, eventualmente, el podio de las naciones avanzadas. Habrá otra continuidad, así, en lugar de la discontinuidad autoritaria de Cristina. Los gobiernos republicanos que la sucedan serán más o menos exitosos o fallidos en su gestión, pero todos ellos podrán sumarse al pluralismo occidental.Es evidente que entre nosotros la tradición política anterior, de sesgo monárquico, ofreció más resistencia que en otros lugares al advenimiento de la democracia plenaria. Entre nosotros, hubo más apego a la tendencia unificadora de los reyes y los caudillos. Allí están Rosas, Perón y los Kirchner para comprobarlo. Por estos antecedentes, tenemos que ser muy cuidadosos para no dejarnos llevar por el triunfalismo democrático. En materia de triunfalismo democrático, somos como el alcohólico que, ayer no más, dejó de beber. No estamos condenados al autoritarismo, pero nos hallamos todavía muy cerca de él...

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