Las regulaciones no deben obstruir la innovación

Es casi un lugar común decir que la creación de productos y servicios propios de la era digital, caracterizada por una aceleración sin precedente, vuelve inapropiadas las regulaciones pensadas para una realidad que ya no subsiste.

Una muestra del fenómeno es la aparición y rápida expansión de modelos de negocios como el de las empresas Uber, Lyft, Cabify y otras que mediante soluciones tecnológicas permiten que los particulares utilicen sus automóviles para transportar pasajeros, y la variada gama de conflictos que semejante irrupción ha provocado en todo el mundo. La experiencia debe ser tomada como un banco de pruebas porque los legisladores inevitablemente se encontrarán con muchos más servicios disruptivos a los que no será sensato encuadrar en las categorías conocidas; entre ellos, la evolución que afectará al propio transporte de pasajeros con la previsible generalización de los autos sin conductor que ya existen.

El gobierno porteño ha tomado una posición extrema y equivocada en el sentido de no admitir estos nuevos servicios para el transporte de personas. Por eso, quienes lo prestan sufren todo tipo de problemas, tanto la persecución de los organismos de control y de la Justicia porteña como también agresiones físicas por parte de gremios que dicen ver afectados sus intereses particulares.

En el análisis de estas posiciones suelen mezclarse cuestiones muy diferentes. Entre ellas, la decisión sobre si empresas como Uber deben pagar impuestos y cuáles, y la conveniencia de que los conductores deban obtener una licencia y estar sujetos a ciertos controles. Esos temas han sido resueltos en muchas ciudades del mundo a través de regulaciones más o menos intensas según las fuerzas políticas gobernantes fueran partidarias de una mayor o una menor intervención y control del Estado. En algunos sitios, las personas que quieren utilizar sus automóviles particulares para brindar este tipo de servicios deben obtener una licencia de taxi; en otros, deben cumplir con una regulación específica para la nueva modalidad sobre la base de reconocer que los automóviles que operan en estos sistemas no prestan un servicio similar al de los taxis, como lo prueba el hecho de que hay gente que prefiere a los primeros por sobre los segundos y usuarios que hacen la elección contraria, priorizando cada grupo atributos diferenciales de uno y otro servicio.

Entre nosotros, el fenómeno presenta una cuestión previa y más trascendente que requiere revelar sin...

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