Regreso al Neolítico

En un reciente acto, en el que anunció obras de infraestructura sanitaria, la Presidenta efectuó una curiosa interpretación de la viabilidad económica de las naciones. Evocó con orgullo a un economista norteamericano, cuyo nombre omitió, quien habría afirmado que el único país que podría sobrevivir si se interrumpiera el comercio internacional sería la Argentina, "porque tiene energía, agua potable, recursos humanos calificados, no está densamente poblado y todo eso lo convierte en un país viable". Y completó el razonamiento con un corolario militante: "Cada vez que la Argentina se ha tornado viable, adquiriendo cierto grado de autonomía razonable, comienzan los misiles y bombardeos permanentes. Por eso, porque volvemos a ser un país viable, es que nos quieren tumbar".Al margen del conocido afán por imaginar permanentemente conjuras internacionales contra nuestro país por parte de oscuros poderes, la primera mandataria ha incurrido en notorias inexactitudes a la hora de hablar de su viabilidad. La Argentina fue exitosa cuando se abrió al comercio internacional por sus ventajas competitivas extraordinarias que, a partir de la Organización Nacional, fueron puestas en acción por virtud del marco institucional y su benéfica secuela: la inmigración, la educación y el flujo de capitales.Cualquier experimento aislacionista que partiese de la premisa sostenida por la Presidenta conduciría a una catástrofe nacional. Una verdadera regresión al Neolítico, como vivían los querandíes cuando llegó a nuestras costas Pedro de Mendoza.Si se interrumpiese el comercio internacional por un veleidoso "vivir con lo nuestro", la Argentina se convertiría en un país inviable, pues no habría medicamentos, ni combustibles ni elementos esenciales para la marcha de las fábricas. La energía, en sus diversas formas, no puede generarse sin grandes inversiones en usinas, represas, transporte y distribución. Ello requiere acceder al mercado de capitales. Como lo prueba Vaca Muerta, los recursos naturales, mientras sigan naturales, serán solamente recursos. Sin inversiones, la única "energía" del discurso presidencial sería animal, para tirar la carreta, mover la piedra del molino y hacer girar el malacate. Poco a poco, se apagarían las luces, los edificios quedarían sin agua y la población haría cacerolazos a la luz de fogatas. Las estaciones de servicio cruzarían sus mangueras, los automóviles se detendrían en las calles y los aviones, en los hangares. Como una película proyectada a la...

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