Un regreso a clases lleno de lágrimas

LINCOLN.- "Vaya m'ijo, trate de no pensar, ya pasó", le decía Nelson Comba a Santiago, su nieto de ocho años, mientras lo abrazaba, con los ojos llenos de lágrimas. El chico entró en el colegio y Nelson no pudo evitar secarse los ojos con su pañuelo que llevaba en el bolsillo. "Esto nos pegó a todos", se justificó.Fue el día de clases más difícil para los alumnos de tercer grado de la Escuela N° 1 Domingo Faustino Sarmiento de Lincoln. La última vez que se habían visto, compartían la esperanza de encontrar a Tomás Dameno Santillán, ese chico que hacía un año se había sumado al grupo, tiempo suficiente para dejar una huella en sus corazones. Ayer, los compañeros volvieron a encontrarse en el aula. Pero esta vez, con miles de interrogantes en la cabeza y con una certeza: Tomás no iba a volver a sentarse en su banco.Caras largas, miradas fijas, con demasiada seriedad para el gesto de un chico de ocho o nueve años. Esta vez, la realidad les pegó de cerca. A su manera, cada uno de los compañeros de Tomás intenta por estos días asimilar la noticia que todo un país no logra digerir.Santiago se había hecho muy amigo de Tomás durante el último año, cuando el chico de Timote llegó a la escuela de la avenida Massey al 250. Yanina Comba, la madre, cuenta que Tomy varias veces había ido a la casa a jugar con su hijo. Se pasaban la tarde con la PlayStation o jugando a la pelota en el fondo. Desde que se enteró de lo que le pasó a su amigo, Santiago tiene la preocupación en el rostro. La policía lo entrevistó varias veces para conocer más cosas de su amigo. Ayer entró a clases y la maestra, Susana Soria, lo saludó con un beso, lo mismo que a sus otros 19 alumnos.Anteayer, un grupo de psicólogas de Junín organizó una jornada de reflexión en el colegio para los docentes, para que estuvieran preparados para ayudar a los chicos a transitar el momento más difícil.Susana cerró la puerta del aula, respiró profundo y les pidió a los chicos que pusieran los bancos en ronda. El bullicio llegaba hasta la vereda por la ventana de un aula. Cuando se acomodaron, la docente a cargo repartió una foto de diario o de revista a cada alumno. "A mí me tocó una de una chica que canta", dijo una de las alumnas. "Yo tengo a Martín Palermo", se oyó. La lista siguió con la foto de un paisaje, hasta que una voz dijo que tenía a Candela y otra más: "Yo tengo la foto de Tomás". Se hizo un silencio largo. Entonces, la maestra explicó la consigna. Tenían que escribir en una hoja las cosas...

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