Refugiados: el viaje de una familia al sueño de la paz

MUNICH.-A vista de pájaro, 5000 kilómetros separan Kabul, la capital afgana, de Munich, en Alemania. Por tierra, sin embargo, es probable que llegar de una ciudad a la otra sea el doble... sin contar con el carácter ciclópeo de la aventura.

Ésa fue precisamente la odisea, desproporcionada e improbable, que emprendieron hace dos meses 20 miembros de una misma familia, los Chamkani. "Salimos hace poco más de 60 días. Nunca imaginamos que podríamos llegar hasta aquí", dice Suzanne, una encantadora jovencita de 18 años, ojos soñadores y sonrisa luminosa.

Llegados hace cuatro días a Munich, los Chamkani se aprestan a subir al ómnibus que los conducirá al centro de refugiados donde presentarán el pedido de asilo. Algunos en la mano, otros apretado contra el corazón, cada uno lleva el certificado de registro, primera formalidad que les permitirá seguir con los complicados trámites exigidos por la Unión Europea.

Pero, ¿qué importa? Para ellos, como para las decenas de miles de refugiados que alcanzaron este año las fronteras alemanas al precio de indecibles padecimientos, es como si el sueño de paz ya hubiese comenzado. Lo mismo piensan seguramente los 7000 migrantes que están llegando a Austria y Alemania después de que, bloqueados en Hungría, se lanzaron a recorrer a pie los kilómetros que fueran necesarios.

Al llegar por la mañana, muchos de ellos se arrojaron al suelo de las estaciones ferroviarias de Munich (München Hauptbahnhof) o de Viena (Wien Hauptbahnhof) para besar la tierra que los acogía.

La sonrisa radiante de Suzanne y de cada miembro de su familia es la mejor prueba. Todos quieren hablar, contar, decir que están agradecidos, felices, que harán "todo lo posible para retribuir a este país el honor de haber sido acogidos."

Entonces Suzanne es solicitada por todos. Para que traduzca. Para que diga con sus pocas frases en inglés el inmenso sentimiento de alivio y de júbilo que los invade.

No es para menos. Este pequeño clan afgano, originario del sur de Kabul, llegó después de haber atravesado tierras, mares y montañas de dos continentes. Cruzaron nueve fronteras, y aún están exhaustos. El más anciano tiene 70 años, Babrak. El más joven 12, se llama Abdul.

"De Afganistán fuimos a Irán, después a Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria y finalmente Alemania", enumera Suzanne. Hicieron el periplo a pie, en ómnibus, en trenes, en precarias barcazas e incluso en camiones frigoríficos.

"Como los barcos en mal estado, esos...

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