El realismo mágico de las tarifas kirchneristas

Roa Bastos, García Márquez y Vargas Llosa incorporaron a la literatura el concepto de "realismo mágico". Pareciera que dicha idea se trasladó de las páginas de sus libros a la realidad cotidiana durante la gestión kirchnerista en el manejo de las tarifas de los servicios públicos. A la hora de corregir ese desvío, buena parte de la sociedad se resiste a acabar con la magia. En efecto, no deja de sorprender que muchos de los argentinos piensen que pueden disponer de energía o transporte público con servicios de calidad a precios de regalo.

Se exige controlar a las empresas concesionarias, a las cuales se responsabiliza por cortes de energía o insuficiente provisión de gas. Pero no se dice que deben dar esas respuestas con tarifas insuficientes y con dependencia de subsidios del Estado. No hay dudas de que deben ser controladas, pero también que tendrían que ser adecuadamente retribuidas. Hay un principio básico de conservación de toda empresa que es no trabajar a pérdida. Si los ingresos por servicios no cubren los costos de producción y se debe depender de subsidios estatales, indudablemente cesará la inversión. Estos conceptos tan ciertos no consiguen superar la ilusión que impregna el pensamiento de grandes sectores de nuestra población que consideran eficiente y aceptable que la brecha entre tarifas bajas y costo de producción debe ser cubierta por el Estado.

Pero nuevamente, con esa vocación de pedir lo imposible que caracteriza a ciertos sectores, al mismo tiempo que se requiere del Estado que se haga cargo de esta diferencia, se le exige que reduzca su déficit en pos del equilibrio fiscal. Porque ya todos entienden que ese déficit genera un endeudamiento riesgoso o una inflación intolerable.

Mientras en la ciudad de Buenos Aires grupos de personas ganan la calle pidiendo que se retrotraiga el valor de las...