¿Reaccionará Alberto Fernández antes de que sea demasiado tarde?

Alberto Fernández

¿Realmente cree el Presidente que el programa económico de su gobierno es el adecuado para los desafíos que tiene la Argentina, a pesar de sus magros resultados? ¿O lo sostiene públicamente solo para ganar tiempo mientras evalúa otras opciones? Quienes estudian la resistencia de los políticos a cambiar de rumbo indican que a menudo impera el principio de "más vale malo conocido que bueno por conocer". ¿Tendrá a mano alguna alternativa mejor? ¿Habrá preparado con tiempo un "plan B" para salir del atolladero con una pirueta que le permita modificar el sombrío panorama que enfrenta? Si la respuesta es negativa, entonces resta esperar más de lo mismo.

La renuencia a modificar el curso de acción también se explica en la particular forma que tienen algunos líderes de calcular costos y beneficios eventuales: no se trata de valores objetivos, sino subjetivos. En el actual contexto, con su imagen hecha añicos y su autoridad cuestionada, en especial dentro del FDT, "entregar" a la dupla Guzmán-Pesce puede para Alberto Fernández implicar un sacrificio político y simbólico imposible de tolerar. "La fase moderada está agotada", afirmó ayer el Cuervo Larroque. Si el Presidente cede ante estas presiones, perdería la ínfima cuota de poder que aún cree que preserva.

Cuando insiste en su deseo de competir el año próximo para renovar el cargo, Alberto Fernández logra, como suele ocurrir en casi todas las áreas de gobierno, el efecto contrario al que pretende: en un escenario turbulento y enfrentando perspectivas aciagas, lejos de sostener o al menos de recuperar su centralidad, expone un aislamiento cada vez más alarmante. Muchos de sus ministros se reconcilian abiertamente con Cristina, los gobernadores están más preocupados por su supervivencia individual que por continuar alineados con el gobierno nacional y hasta la propia CGT, que se había mantenido mayoritaria y estoicamente cercana al Presidente, está girando con el característico pragmatismo que sigue descollando en el ADN peronista: "acompañar hasta las puertas del cementerio". A propósito, estos días quedó expuesto el "costo de la lealtad": para invitar al presidente de la Nación y del Partido Justicialista como orador del acto que hoy tendrá lugar en la sede de la central obrera, en ocasión del cumpleaños del general Perón, el ministro de Trabajo, el aún albertista Claudio Moroni, debió comprometer ingentes fondos para las obras sociales sindicales.

Lo que más complica al primer...

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