Una rara avis camino al sillón de Rivadavia

Hemos tenido en estos 36 años de vida democrática diferentes tipos de gobiernos, coaliciones que los respaldaban, liderazgos presidenciales y desafíos en términos de gobernabilidad. Y la trayectoria institucional y de desarrollo que experimentó el país está muy por debajo del umbral mínimo de mediocridad. Considerando los complejísimos desafíos que tendrá el próximo presidente, en especial (pero no solo) en materia económica, no resultará sencillo que su administración se desempeñe mucho mejor que el promedio que la habrá de preceder. Sin embargo, en el caso de que el Frente de Todos resulte victorioso, Fernández será un presidente atípico, en particular si se lo analiza comparativamente en función de los antecedentes existentes desde la reforma constitucional de 1994.

Sería el primer presidente que se desempeñó como jefe de Gabinete de ministros. Más: desde la década del 30 no vemos exintegrantes de un equipo presidencial ocupar el sillón de Rivadavia (Justo había sido ministro de Guerra de Alvear y Ortiz lo fue de Hacienda entre 1936 y el año siguiente). A pesar de que la Jefatura de Gabinete es un puesto clave en nuestro organigrama institucional (o tal vez por eso, por el desgaste que implica), nadie que haya ocupado ese cargo pudo destacarse demasiado luego de abandonarlo. Para muchos significó el final de su vida pública, como ocurrió con Jorge Rodríguez y Chrystian Colombo, que ocuparon la posición en las presidencias de Menem y De la Rúa, respectivamente. Y si bien asistimos al retorno de Capitanich como gobernador del Chaco, otros como Bauzá, Terragno, Atanasof, Aníbal Fernández o Juan Manuel Abal Medina no consiguieron reinsertarse como líderes de envergadura.

Más allá de su responsabilidad formal, Fernández fue una especie de ladero, vocero y armador político del gobierno de Kirchner: un alter ego con capacidad de seguimiento del día a día de la gestión en términos administrativos para que su jefe, intenso y obsesivo, pudiera ocuparse de los asuntos que más lo preocupaban, vinculados a la permanente construcción de poder. ¿Cómo operaría, en una eventual gestión de Fernández, esta potencial tensión entre lo micro y lo macro? ¿Existe el riesgo de que se concentre en los detalles cotidianos y se convierta en un microgerenciador? Algunos presidentes se evaden de las cuestiones de fondo con asuntos relativamente importantes que los distraen de las urgencias.

El segundo punto que lo distingue de los presidentes de las últimas décadas...

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