Raíces de la crisis: los derechos humanos y la manera traumática de procesar el pasado

Hebe de Bonafini y Néstor Kirchner en el despacho de la Casa Rosada, el 10 de diciembre de 2003

Contra lo que suele repetirse cuando se sacraliza la reinstauración de la democracia, las cosas no arrancaron de manera ideal el 10 de diciembre de 1983. Por supuesto que se consiguió plantar ese día una democracia continuada. Ya no hubo más golpes cívico militares. Quedó abolida -paso incomparable- la violencia política. Al camino tan dramáticamente transitado de la eliminación física del oponente lo sustituyeron los procedimientos rutinarios basados en la representación popular, el debate permanente, la subordinación colectiva a las decisiones institucionales, la Constitución.

Pese a algunos defectos, se instauró el respeto por la ley. La vida se posicionó doctrinariamente como valor supremo.

Pero la manera traumática y escarpada en la que se procesaría el pasado a lo largo de estos cuarenta años marcó la realidad y tuvo consecuencias perdurables hasta hoy.

Subsisten enfrentamientos a partir de valoraciones contrapuestas, no respecto del terrorismo de Estado repudiado por la gran mayoría de los argentinos, sino del papel histórico que les cupo a las organizaciones armadas y de cómo debería posicionarse el Estado frente a ese tema, que hace a la definición de los derechos humanos. Una cosa es entenderlos como universales y otra, glorificar desde el Estado a determinadas víctimas por lo que pensaban y hacían.

Es cierto que la sociedad alcanzó un acuerdo mayúsculo sobre la necesidad de dejar atrás la violencia, pero ese acuerdo no logró incluir una visión crítica integral -menos aún, autocrítica- sobre las distintas responsabilidades políticas en los sangrientos años setenta, que sin embargo retornan una y otra vez para ocupar enormes espacios en el discurso público.

Raúl Alfonsín (en la foto, con el fiscal Julio Strassera) llevó adelante una decisiva política de derechos humanos a la que el peronismo enfrentó y boicoteó

Alfonsín llevó adelante una decisiva política de derechos humanos a la que el peronismo enfrentó, cuando no boicoteó. Esa política se desvirtuó parcialmente a partir de 1987, cuando comenzaron los levantamientos carapintadas. Luego, Menem echó todo lo anterior por la borda; en nombre de la "reconciliación nacional" repartió indultos al por mayor entre condenados y procesados, tanto militares como jefes guerrilleros, con la fallida pretensión de clausurar la revisión del pasado. Otro gobierno peronista, el de los Kirchner, adoptó...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR