En el puerto de Olivos, torres de lujo reemplazan viejos chalets

Fabiana Bedetti compró en la década del 90 un departamento contrafrente en Avenida del Libertador al 2400, en Olivos. Gastó sus ahorros y algo más con la idea de levantarse todos los días y ver el río. Desde las ventanas de ese séptimo piso podía observar los veleros del puerto, y los días más despejados, hasta la costa uruguaya. Pero desde hace dos años sólo ve una enorme pared y cómo los vecinos de una de las flamantes torres de lujo del barrio disfrutan de la pileta.

La zona del puerto de Olivos dejó de ser un barrio tranquilo de chalets y se transformó en el lugar elegido por grandes inversores inmobiliarios para construir emprendimientos de primera categoría. En las tres manzanas delimitadas entre Avenida del Libertador y las calles Corrientes y Alberdi, se desarrollan 12 edificios de lujo, además de otros de menor tamaño, que prometen convertir la zona en el "nuevo Puerto Madero", un mote que a los vecinos históricos del barrio no los convence.

En el afán de disfrutar las vistas hacia el río y aprovechar el ágil acceso a la Capital, en menos de tres años, en la zona ya se invirtieron más de 1000 millones de pesos y el valor del metro cuadrado para la venta supera los 2800 dólares, según datos de inmobiliarias que trabajan en la zona. Hoy, sólo dos de las grandes torres proyectadas están terminadas. El alquiler mensual de un departamento de 70m2 está en $ 10.000 y las expensas superan los $ 2500.

Las nuevas propiedades que se edifican en Olivos serán amplias y lujosas, en torres que prometen múltiples servicios, como gimnasio, pileta climatizada, microcine y salones de yoga y spa. Por eso el valor del m2 es superior a los US$ 2500 que se piden en edificios de Belgrano y Núñez, y se asemeja a los US$ 2900 por m2 que se demandan, por ejemplo, en Palermo y Recoleta. En Puerto Madero, el valor de esa fracción supera los US$ 4600.

Esta explosión inmobiliaria no termina de caer bien entre los históricos vecinos de la zona. Algunos entienden la necesidad de desarrollo, pero añoran la tranquilidad que caracterizaba a esa parte del barrio un puñado de años atrás. Por estos días, el ruido de taladros mecánicos y martillazos es la música de moda, y por las angostas arterias y veredas ya no caminan familias; sólo circulan camiones y obreros.

A pesar de este escenario, hay quienes siguen aferrados al barrio. Marcelo Prieto vive en un viejo y desvencijado chalet sobre el reformado y moderno bulevar Camacuá desde el primer día de su vida. Tiene 61...

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