A las puertas de una ocurrencia

Cinco jornadas separan a este día de Santa Cecilia, patrona de la música, del próximo martes, cuando se nos haga realidad el ColónRing , un episodio que hará historia en la centenaria vida de nuestro teatro de ópera. Es posible que para algunos aficionados sea un hallazgo reducir las cuatro jornadas a una sola, de cerca de siete horas de música, en lugar de las trece y media de la obra original. En lo que a mí respecta, aunque no soy bisnieta del autor, me atrevo a pensar que Wagner tenía mil y una razones para justificar cada minuto de su magna obra y que ni siquiera lazos muy fuertes de sangre pueden justificar que su descendiente se apropie de tantas horas de teatro y música.Veamos un poquito. La recurrencia de Wagner al mito de los nibelungos no es casual ni responde exclusivamente a una elección del momento. Por el contrario, es un tema que está en el aire del Romanticismo germano y que toca de cerca las raíces más profundas del ser nacional. Pero asimismo el servirse del mito o de la leyenda era para el compositor un sendero ineludible si se deseaba acceder a lo "eterno humano", libre de toda convención, lo cual, según su teoría, surge de la sujeción del hombre a su medio histórico, y más allá de toda limitación de tiempo y lugar. Para el Wagner de 1846 en que empieza a gestarse esta idea, el momento era propicio y necesario; una época de gran efervescencia política, cuando los representantes electos de los diferentes estados alemanes se reúnen en Fráncfort con el fin de redactar una constitución...

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