Proscripciones eran las de antes

Si los aniversarios se referenciaran en el futuro y no en el pasado (suena ridículo, pero ¿qué le hace una mancha más al tigre?), hoy habría que conmemorar el primer día del próximo gobierno. Un día que, se descuenta, será crucial. Y no simplemente porque todo comienzo lo sea. Con extraordinaria anticipación ahora se ha instalado la idea de que lo que el nuevo presidente no haga el primer día no lo podrá hacer jamás. El punto es que para llegar a ese recargado lunes 11 de diciembre de 2023 de celebridad prematura primero hace falta que Alberto Fernández deje caer 365 hojas del almanaque. El último 25 por ciento de su mandato.

¿Cuánto es un año argentino en "unidades Casa Rosada"? Siete gobiernos de Cámpora. Medio gobierno de De la Rúa. Dos tercios del de Duhalde. Hasta el martes último un año ya era mucho, muchísimo en un país que, por algún motivo, se puso a discutir cómo tendría que ser el primer día del próximo gobierno. Debate no solo protagonizado por los que parecen querer vender la piel antes de cazar el oso: fueron sindicalistas peronistas quienes le advirtieron al próximo presidente de "la derecha", quienquiera que fuere, que no le van a permitir hacer reforma laboral alguna.

Muchos creían que el motivo de preocupación más grande que había era el desmesurado volumen de incertidumbre. Una ingenuidad. Como ocurre con el tipo de cambio el día que hay una fuerte devaluación, la incertidumbre se fue de repente al demonio: reventaron los instrumentos de medición. A la noticia de la condena de la vicepresidenta le siguió su anuncio de que ella no será candidata a nada. El peronismo, que tal vez deba declararse en estado de orfandad permanente, tuvo la mayor sorpresa -la mayor, no la mejor- desde aquel sábado de 2019 en el que ella le comunicó que iría de número dos de Alberto Fernández. En 2019 dirigentes y militantes dijeron "¡qué genia!". Ahora los atribula un desconcierto infinito, empeorado por el parte de enferma que la reportó aislada -nunca mejor dicho- en "su lugar en el mundo".

El mismo martes quedó consagrada la paradoja institucional superior de la Argentina. Sería así: si en este último año de gobierno Alberto Fernández tuviera que renunciar como le sucedió seis meses antes de terminar el mandato a su admirado Raúl Alfonsín, o sufriera un nuevo problema de salud como el que lo sorprendió hace poco en Indonesia y los médicos le recomendaran irse a su casa (algo que sin ir más lejos le acaba de ocurrir a Alexis Guerrera, uno de...

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