Profeta del presente: Margaret Atwood quisiera volver a escribir ficción

"En Canadá me preguntaban, nerviosos, ¿puede pasar aquí? En los Estados Unidos, otros me dijeron: ¿cuánto tiempo nos queda? Ahora las cosas son distintas. Incluso en los países que pensaban que esto no podía suceder nunca me dicen: Margaret, ¿cómo lo supiste?". La escritora canadiense Margaret Atwood está en la Biblioteca Nacional explicando las diferencias entre la recepción de su novela más conocida, El cuento de la criada, a su publicación, en 1985, y las reacciones que suscita hoy en día, cuando gracias a las adaptaciones televisivas de dos de sus obras, la mencionada The Handmaid's Tale -que se verá en la Argentina recién en 2018- y Alias Grace (disponible en Netflix), nuevas generaciones de públicos reconocen en ella ese raro don de trazar con sus "ficciones especulativas" una senda que nos acerca a un mundo aparentemente lejano (una teocracia misógina futura, una brutal sociedad victoriana) hasta dejarnos varados de vuelta en nuestro presente, reconfigurado siniestramente con sus ecos. "Los libros cambian de acuerdo con el marco que los rodea, de acuerdo con el tiempo en el que los leemos y de acuerdo con las condiciones en las que lo hacemos", ofrece, a modo de explicación.

El pasado es, por supuesto, una presencia fundamental en su obra -más identificada con futuros que es mejor evitar- y el detalle de sus reconstrucciones de momentos cercanos y lejanos de la historia les otorga densidad a criaturas memorables que, sin embargo, ella prefiere que surjan de su imaginación. "A menos que escribas sobre un personaje que ha perdido la memoria, todos tenemos un pasado. Y es tan importante para esos personajes como tus recuerdos lo son para vos. Por eso suelo armar grandes cuadros con años y meses que me permiten saber en cada momento de la trama qué edad tienen los personajes, qué era considerado tener buenos modales cuando tenían 15, si eran pobres o ricos y si cayeron las Torres Gemelas a los 10 y cómo eso los marcó. Pero primero escribo y después investigo. En general estoy en lo correcto, pero no siempre", revela.

Con razón, Atwood disfruta de su rol de profeta de un presente sombrío que ha sabido probar que las ideas de progreso continuo (de las libertades individuales, de la igualdad entre los sexos, del progreso tecnológico, del descubrimiento científico, del cuidado del medio ambiente) son quizá cuentos de hadas que oscurecen la compleja historia que debemos contarnos, como cualquiera que haya leído sus novelas puede atestiguar...

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