El Presidente y el repentino paso del templo del budismo zen al territorio del macho alfa

Entre el templo del budismo zen y el territorio del macho alfa hay una distancia muy corta para , que suele volver al último con facilidad. Tal vez porque uno es adquirido y el otro es congénito.

En apenas 48 horas, el Presidente pasó del retiro espiritual a la lucha cuerpo a cuerpo. Los 445 kilómetros que separan Chapadmalal del Congreso lo transportaron a un mundo al que le rehúye, pero que no puede evitar.

La aprobación del proyecto de reforma del impuesto a las Ganancias impulsado por Sergio Massa, con el apoyo del amplio y heterogéneo arco opositor, no era lo que quería ni lo que esperaba Macri cuando llamó a sesiones extraordinarias para tratar el tema y menos mientras predicaba el manual de la buena onda entre su equipo, a orillas del mar.

La imaginada ayuda salvadora de gobernadores peronistas que moderaran a sus diputados y limitaran las posibilidades de Massa nunca llegó y la reforma puso en cuestión su autoridad.

Entonces apareció el macho alfa, ese que siempre ha estado latente y presente en su carrera política, pero que en ciertas circunstancias, además, considera necesario exhibir. No es bueno en este país que alguien huela a debilidad, entiende él sin necesidad de que se lo recuerden sus asesores. El mundo empresario y un padre como Franco pueden ser una escuela tan decisiva como la vida dentro del peronismo.

En eso, Macri no se diferencia mucho de la mayoría de los líderes políticos, aunque se presente (y sea) como un actor nuevo en este ámbito. Pero sí tiene algunos matices.

Su libido se activa a escalas superiores cuando pasa de la dimensión política a la dimensión personal. Cuando la discusión va de la abstracción a la disputa por el poder corporizada en un otro.

Puede llegar a menospreciar los conflictos de intereses o las diferencias ideológicas. Pero cuando interpreta, con o sin razones, que detrás de esa disputa hay una cuestión personal que pone en riesgo sus propósitos abandona el ritmo a veces aparentemente indolente y se calza la armadura. De las enseñanzas de Confucio a las de Maquiavelo en apenas un segundo.

Le pasó con Aníbal Ibarra, igual que con Francisco de Narváez, Cristina Kirchner y antes y ahora con Sergio Massa, entre otros. Con ellos no hubo ni hay budismo que valga. Quienes lo han frecuentado en los últimos 13 años pueden dar fe.

Sus diferencias, en las que se mezclan cuestiones de estilo, de visión, de origen y de personalidad, se vuelven irreconciliables y son concentradas en un vértice que se...

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