El Presidente no está conforme con el curso de la economía

Ayer, cuando la política hablaba de luchas internas y de tretas opositoras, un acuerdo crucial se tramaba en un rincón del oficialismo. Las organizaciones sociales (muchas de ellas de piqueteros nuevos y viejos) conciliaban un texto común para la ley de emergencia social con la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, y con legisladores oficialistas. La ministra tiene un arte especial para dialogar con esos líderes, algunos de los cuales fueron cristinistas hasta el último día de Cristina Kirchner. Y los dirigentes sociales son especialmente abiertos al diálogo con ella. Las modificaciones le quitarían el tono imperativo que tenía el proyecto que aprobó el Senado y serían mucho menos ambiciosas en la creación de nuevos impuestos, que es lo que el gobierno recibió peor que mal. Era un preacuerdo, vacilante todavía.

La noticia llegó justo en un momento en que el Presidente andaba entre un problema y otro. Entre el conflicto social, que existe, y la prematura gimnasia electoral. Hay una cuestión que está en el centro de todas las escaramuzas: la economía sigue en recesión. Esa larga parálisis sorprendió hasta el propio Presidente, el primer confiado en la frustrada bonanza del segundo semestre. Esa confianza le costó cierto disgusto de su amigo Ernesto Sanz, uno de los dos radicales con los que mejor se lleva (el otro es Oscar Aguad, ministro de Comunicaciones). El famoso acuerdo del Bicentenario que propuso en su momento Miguel Pichetto fue, en rigor, un acuerdo previo de Pichetto y Sanz, viejos conocidos. Macri no lo descartó, pero lo postergó. Sostenía que en ese momento, entre abril y mayo pasado, el gobierno estaba en condiciones débiles para negociar por la caída de la economía. Estableció que a mediados del segundo semestre la economía lo ayudaría para iniciar esas conversaciones. El tiempo nuevo no sucedió y no sucede hasta ahora, cuando ya se vio obligado a negociar con empresarios, sindicalistas, políticos y piqueteros. Sanz se pregunta por qué no lo hicieron cuando la iniciativa era de ellos y no de los otros.

El Presidente no está conforme con el resultado económico de su gobierno. Esta es la verdad. Alfonso Prat-Gay ejecutó con eficacia las políticas macroeconómicas que le corresponden. Camina la línea del medio que eligió su gobierno, entre la implacable ortodoxia y el irresponsable populismo. Por eso es inútil el debate sobre el endeudamiento. Las alternativas son las duras decisiones que plantea la ortodoxia, imposibles...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR