Insólita decisión presidencial

Si la decisión de trasladar el Monumento a Cristóbal Colón de su emplazamiento actual, en la plaza que lleva su nombre, a la ciudad de Mar del Plata no tuviera implicancias tan graves, la opinión pública argentina podría considerar todo el episodio como un capricho más de la autoridad máxima de la Nación.Como se recordará, el proyecto del Gobierno es reemplazar el monumento del Almirante, donado en 1910 por la colectividad italiana en la Argentina como homenaje al Primer Centenario de la Revolución de Mayo, por otro dedicado a exaltar la figura de Juana Azurduy –luchadora por la emancipación del virreinato del Río de la Plata, ascendida post mórtem por Cristina Kirchner a Generala del Ejército Argentino–, una obra escultórica de casi 10 metros de alto, donada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, por decreto (como donación de poco más de un millón de dólares a la Argentina).No importa que los expertos más reconocidos en preservación y restauración de patrimonio ya se hayan pronunciado en contra de la conveniencia de desmontar y trasladar el monumento. Las inspecciones realizadas arrojaron como resultado que esa obra emplazada en la plaza Colón, espacio proyectado y construido por el genial arquitecto Carlos Thays, presenta daños –fisuración y fracturación de buena parte de los bloques de mármol– que no inciden hoy para su actual emplazamiento, pero que comprometerían definitivamente la integridad del conjunto escultórico de ser removido. Y, si se lograra trasladarlo entero a Mar del Plata, exponerlo a la agresividad del ambiente marino sería una segura condena a un inexorable deterioro.No importa tampoco que tanto la oposición como las ONG que defienden el patrimonio porteño, y, más...

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