La presidencia de Adolfo Rodríguez Saá: siete días de vértigo y traiciones

Adolfo Rodríguez Saá recordó su efímera Presidencia, 20 años después

"Por dos meses, por dos horas, por dos días o por dos años, yo acepto. Tengo un plan y estoy en condiciones de asumir". La voz de Adolfo Rodríguez Saá cortó el silencio expectante de los 29 peronistas, entre gobernadores y legisladores, que abarrotaban el Salón Gris de la presidencia del Senado. Empezaba a caer la noche del sábado 22 de diciembre de 2001 y poco menos de 24 horas después el peronismo tendría al presidente provisional que nadie quería ser. Uno que se hiciera cargo del caos dejado por Fernando de la Rúa y que en un plazo de dos meses llamara a elecciones anticipadas para dirimir las aspiraciones de ocupar el sillón de Rivadavia que tenían varios caciques del PJ.

Esa reunión marcó el verdadero inicio de una de las presidencias más efímeras, pero al mismo tiempo de las más vertiginosas que recuerde la historia argentina. Fueron siete días en los que pasó de todo. El repudio del pago de la deuda externa, los anuncios de creación de una nueva moneda y de un millón de puestos de trabajo forman parte de la épica de aquellos agitados días en los que los bancos permanecían más tiempo cerrados que abiertos y la convulsión social se traducía en saqueo de comercios.

Pero también fueron siete días de promesas y traiciones que le hicieron perder a "El Adolfo", como el mismo se presenta en un extenso reportaje que concedió a LA NACION , la risa gardeliana que caracteriza a quien por entonces era gobernador de San Luis.

El primer acto de esta historia fue aquella reunión en la presidencia del Senado, a la que los principales dirigentes del PJ habían llegado luego de que Eduardo Duhalde, que hacía poco había asumido como senador, hubiera rechazado hacerse cargo de la Presidencia.

Su condición de excandidato presidencial en 1999 era, para los gobernadores peronistas, lo que convertía a Duhalde en el candidato natural para asumir la presidencia de manera provisional y convocar en 60 días a elecciones, de las que debería excluirse, con una ley de lemas que permitiría la interna del PJ. "La Chiche no quiere, no puedo", rechazó el convite el exgobernador bonaerense, que prefirió pasar por dominado de su esposa en un ámbito machista antes que bajarse de la carrera presidencial. La risa irónica de varios de los presentes coronó aquel renunciamiento, que abrió pasó a nuevas y frenéticas negociaciones.

Así se llegó a la reunión del Salón Gris, en el que todo siguió empantanado...

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