Del presente insatisfactorio al futuro deseable

El liderazgo posee como virtud la capacidad de convencer y movilizar a otros, poner en acción ideas y proyectos. La calidad de un líder se estima en función de su poder de persuadir y hacer.

En el campo tan amplio de la educación es menester que ese poder obre sobre las claves del complejo sistema de enseñanza, en gran parte anacrónico y pasible de críticas por su estructura y funcionamiento. Como hemos dicho en un reciente editorial, sin liderazgos en educación, no habrá cambios posibles.

En efecto, el liderazgo educativo será eficiente si persuade y mueve a cambiar el presente insatisfactorio por un futuro deseable. En esa transición no se busca acceder a objetivos de mera sustitución ni a concretar aspiraciones de dimensiones excesivas. Hay innovaciones que producir a fin de que la institución escolar se adecue positivamente a las demandas de los nuevos tiempos, sin dejar de sustentar ciertas bases constantes: por ejemplo, la concepción democrática.

Se espera, por lo tanto, que la conducción de los docentes sea fiel y apta para afirmar los valores fundamentales que sostienen una sociedad, de manera que la renovación que promuevan quienes lideren en la enseñanza no lesionen las bases morales y políticas del país.

En consecuencia, si se procede a una evaluación crítica de la escuela de hoy, los méritos que puedan reconocerse en ella no deben implicar una mera aprobación conformista de la realidad. El propósito es ir más allá y reconocer la necesidad de que se actualice y perfeccione. También supone marginar toda misión de adoctrinamiento y sumisión ideológica partidista.

La escuela cumple una labor de formación para la convivencia de las nuevas generaciones a través de la continua interacción de la vida en las aulas que contribuye, a la vez, a la formación...