Los premios tienen remedio

El encendido debate de los últimos días alrededor del ganador del Martín Fierro de Oro y la persistencia de lo que se conoce como "la grieta" en el amplio escenario del espectáculo y los medios no deberían hacernos perder de vista una cuestión de fondo, estructural: cómo lograr que un premio televisivo adquiera una mínima legitimidad a los ojos de todos, no sólo de sus potenciales destinatarios. La filtración de los nombres de varios ganadores que se extendió a toda velocidad por las redes sociales apenas iniciada la fiesta del domingo pasado no hizo más que fortalecer las eternas dudas que se tienen en torno del rigor con el que el Martín Fierro reconoce los méritos televisivos. Pero ocurre al mismo tiempo que el premio nunca perdió el decisivo aval del mundillo artístico televisivo, más allá de circunstanciales reparos que jamás se sostienen en el tiempo.

La historia reciente de los premios televisivos en general (y del Martín Fierro en particular) es una sucesión de confusiones, desajustes, imposturas, yerros, disparates y arbitrariedades que en vez de corregirse se refuerzan y se actualizan en cada nueva temporada. Desde aquí planteamos los diez equívocos principales y algunas sugerencias para enmendarlos.

No a las mesas, sí a las butacas

Alguna vez los candidatos y los invitados tendrán que renunciar a la comida, si es que quieren participar en una celebración televisiva como la gente. Hay que buscar un teatro o un gran estudio de TV para construir allí un escenario acorde a lo que se festeja. En vez de una gran celebración de lo mejor de la pantalla los televidentes son convidados de piedra de una cena de camaradería.

Invitados que respeten a los premiados

El formato de comida de gala que tanto defiende la comunidad artística es el camino más corto a la indiferencia y la falta de respeto. El último domingo fue escandaloso el empleo de aplausos grabados (con honrosas excepciones durante los homenajes) porque cada nuevo ganador le hablaba al aire. Casi todos estaban enfrascados en sus asuntos o en la comida. En un teatro, algo así sería imposible.

La fiesta de la TV debe ser televisiva

Parece una obviedad, pero es algo esencial. El Martín Fierro deja al desnudo que la "gran fiesta de la TV" puede ser el programa más aburrido del año si se limita a enunciar candidatos y entregar estatuillas. Una velada de este tipo (como ocurre en los Oscar o los Emmy) debe tener un guión, un anfitrión dispuesto a reírse de lo mejor y lo peor del año en...

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