Preguntas ante el espejo

Hugh Jackman nos acostumbró desde siempre a disfrutar de su lado más festivo, alegre, dinámico y glamoroso. Que haya llegado en dos décadas de exitosa carrera a lo más alto en múltiples desafíos simultáneos (candidaturas al Tony, al Emmy y al Oscar tuvieron en algún momento su nombre) explica un éxito sostenido en gran medida en una afortunada mezcla de atributos que el actor australiano supo explotar al máximo: apostura, destreza, vitalidad, profesionalismo.A principios de septiembre, frente a la prensa internacional congregada en Toronto alrededor del gran lanzamiento internacional de su nueva película, Jackman volvió a repartir sonrisas, pero acompañadas esta vez con palabras más reflexivas e interrogantes cargados de dilemas morales.Jackman admite que el personaje que le tocó interpretar en La sospecha ( Prisoners ), uno de los estrenos de hoy en la Argentina, es tal vez el de mayor carga dramática de toda su carrera. "No podemos contentarnos solamente con ver comedias", dice el actor australiano.De saco y camisa en tonos oscuros, luciendo su elegancia natural en uno de los hoteles más importantes de Toronto, Jackman explicó en detalle a un grupo de medios internacionales (entre ellos LA NACION) por qué se comprometió con un papel tan atípico dentro de su carrera, el de un carpintero cuyo ímpetu (en cuestiones de temperamento y de convicciones religiosas) se expone al límite después de que su hija (junto con la de un matrimonio amigo) desaparece de manera abrupta en pleno festejo del Día de Acción de Gracias."Me atrajo el personaje, me atrajo la historia -explica Jackman, con su musical y a veces casi ininteligible acento australiano-. Si me pongo en el lugar del espectador, reconozco que la cosa a veces se pone difícil de ver. No es algo grato, tranquilo, suave que te pongan delante de las narices un tema como el secuestro de un hijo. Pero siempre hay una razón de peso para ver esta clase de películas."-¿Cuál sería la razón?-Detrás de la búsqueda de escapismo o de relax, que en este caso tiene que ver con el hecho mismo de ir al cine, desde hace miles de años el género humano vive acompañado por miedos colectivos e individuales a los que quedamos expuestos de un modo inexorable. Son miedos que nos golpean, que nos ponen en juego, nos toque o no ser padres. Y en situaciones como las que enfrenta mi personaje, la protección de los hijos se transforma instintivamente en el único horizonte, en la única explicación de nuestros movimientos. Toda la vida...

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