La precariedad laboral, el lado oscuro de la exitosa política económica de Merkel

BERLÍN.- En las cocinas de un restaurante berlinés va de puesto en puesto. A veces lava los platos, otras prepara las legumbres. Cuando tiene libre, dos noches por semana, hace de sereno hasta las siete de la mañana en un estacionamiento de su barrio. Dieter Schimann trabaja de sol a sol a pesar de sus 73 años. Hace mucho que se jubiló, pero está obligado a seguir trabajando para completar su minúscula pensión de 870 euros por mes.

"Tengo que ajustarme el cinturón. Porque después de todo lo que pago cada mes, no me queda gran cosa de mi jubilación", explica.

En el restaurante y en el estacionamiento, Dieter ejerce los llamados minijobs, contratos precarios de 40 horas mensuales. Lo llaman -a veces más, a veces menos- en función de las necesidades. En resumen: una vida de esfuerzo, en vez de un descanso bien merecido.

Pero Schimann no es la excepción. En Alemania, cuarta potencia económica mundial y primera de Europa, la jubilación promedio es de 1100 euros, y con frecuencia mucho menos. Casi un millón de jubilados se ven obligados a trabajar para sobrevivir: 30% más que en 2005, cuando Angela Merkel llegó al poder.

La arrogante opulencia alemana oculta la cruel realidad de un mercado de trabajo frágil, que afecta sobre todo a jóvenes, ancianos y a los sectores menos formados de la población para adaptarse a las nuevas evoluciones tecnológicas.

En un país donde la tasa de desempleo llega al 5,7% de la población activa, según el instituto estadístico oficial Destatis, hay 7,6 millones de trabajadores precarios -una de las tasas más elevadas de la Unión Europea-, mientras el 45% de las contrataciones realizadas en 2016 fueron de corta duración.

Ese fenómeno es el resultado directo de las llamadas reformas Hartz IV. Esa política de flexibilización, adoptada entre 2002 y 2005 durante el gobierno del canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder, modificó las leyes de trabajo y transformó el mercado laboral, permitiendo -en verdad favoreciendo- el surgimiento de millones de trabajos a tiempo parcial. Ese tipo de empleos escapan al perímetro de influencia de los sindicatos y tampoco gozan de los beneficios de las convenciones colectivas, como los aumentos salariales.

El aspecto más criticado de esas reformas son justamente los minijobs: 2,5 millones de personas sobreviven gracias a esos "contratos de actividad reducida" (menos de 12 horas semanales) pagados 8,84 euros por hora y limitados a 450 euros por mes.

Por su flexibilidad ideal, ese tipo de...

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