Del Potro dominó los demonios y desató la furia

NUEVA YORK.- La lluvia ya es parte del show, de la ciudad que jamás cierra los ojos, del tenis en Flushing Meadows. Los simpáticos carritos que se utilizan para secar las canchas de cemento neoyorquino y que recorren los pasillos del Arthur Ashe tocando bocina como si fuera la 9 de Julio, ya son parte del paisaje. No son novedad; perdieron popularidad. Como si no hubieran sido suficientes cinco años consecutivos de finales masculinas postergadas por la malicia de Tlaloc, el dios del agua, las pobres condiciones climáticas ya irritaron en dos de las tres jornadas de un certamen que finalizó más allá de su fecha prevista en 18 oportunidades desde 1935, cuando hombres y mujeres comenzaron a jugar en forma combinada y simultánea. Es 2013 y los partidos se suspenden, todo se posterga, menos la impaciencia, la ansiedad. La sala de jugadores parece la estación de Retiro a las 8 de la mañana; no hay un sillón libre, en cada paso se pisa un raquetero, una zapatilla. Y en ese escenario entra a jugar el arte del aburrimiento, de la incertidumbre. El que se mortifica, pierde. El que no logra aislarse, sacará rápido pasaje de regreso.Y allí está Juan Martín del Potro, sexto favorito del US Open, el que John McEnroe calificó como uno de los grandes candidatos al título, que ingresa junto con Guillermo García López en el Arthur Ashe dos horas más tarde de lo anunciado; juegan sólo 15 minutos, los latigazos del argentino retumban en el gigantesco court central, aunque la insoportable llovizna los manda directo al vestuario cuando los músculos todavía no estaban calientes. El cielo plomizo no ilusiona. Pero dos horas después, los truenos se apiadan y vuelve la acción. El tandilense gana 6-3 el primer set, pero extravía el norte y pierde 7-6 (5) el segundo, cometiendo muchos errores no forzados. Parece molestarle la muñeca izquierda, una vez más; masculla bronca, su lenguaje corporal no es auspicioso. Es un partido raro. Comienza el tercer parcial, se mira hacia el cielo; Del Potro quiebra y se adelanta 3-2, pero a las 20.50 de un día interminable, nuevamente llovizna y aparece desde un rincón el inefable árbitro general Brian Earley, con handy en mano. Basta, no se soporta más; el techo retráctil que anuncian en Nueva York para 2016 o 2017 ya debería estar construido, como en Wimbledon, como en Australia.Casi 15 minutos más tarde, los alcanzapelotas secan las líneas con toallas. El español, atendido en un par de oportunidades por una molestia en el isquiotibial izquierdo...

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