Un póquer de ases que brilló con luz propia y sustentó la ilusión

MONTEVIDEO.- Cumplen roles bien distintos, pero la jerarquía de las individualidades es indispensable para el funcionamiento colectivo. La campaña de la Argentina en el campeonato Sudamericano Sub 20 tuvo cuatro pilares, nombres que marcaron el rumbo, guiaron al resto. Cada uno es líder, a su modo, porque todos tienen personalidades diferentes y arrastran un pasado muy distinto. Apellidos que recuperaron brillo, jugadores que enseñaron superación, futbolistas que piden pista aunque el DNI marque que todavía no alcanzaron la mayoría de edad. La selección combinó en ese póquer de ases el desequilibrio y el poder de fuego, también las murallas para blindarse de los ataques de los rivales. De atrás para adelante o de adelante para atrás, Augusto Batalla, Emanuel Mammana, Ángel Correa y Giovanni Simeone dejaron su sello en el certamen.

No es una casualidad que el arquero, el líbero, el goleador y el atacante distinguido que tiene el grupo lograran destacarse. Es que la selección fue, en la mayor parte del recorrido, un equipo que se encendió en ofensiva y enseñó una contundencia que provocó envidia en el resto, pero también una estructura que se partía, desbalanceada, que debía soportar el avance del rival. De un lado, Correa y Simeone; del otro, Batalla y Mammana. En el medio, los actores de reparto, aquellos que tuvieron por pasajes un papel más importante, pero, en el acto siguiente, una intervención mínima o descolorida.

Cuando la Argentina levantó vuelo en el campeonato, Correa enseñó estar un paso por sobre la mayoría. Un jugador que llegó a la cita sin rodaje, después de una operación en el ventrículo derecho del corazón. Siete meses sin jugar, los interrogantes que se plantearon al conocerse la afección cardíaca, después del pase millonario de San Lorenzo a Atlético de Madrid, y las incógnitas que provoca la inactividad fueron disipadas por el talento del rosarino, que como primera caricia recibió la capitanía. Correa fue líder futbolístico, un delantero que cada vez que frotó la lámpara deslumbró a todos. El gol a Ecuador, en el debut, fue un alivio para el alma; las asistencias, en especial aquel pase medido para que Maximiliano Rolón rompiera la paridad con Brasil, una muestra gratis de su enorme jerarquía. "Siento que todavía me falta para ser el de antes", dice con timidez, el mismo que anticipó que en la cancha se sacaría la ansiedad. Y cumplió.

Si la selección precisaba goles, entonces asomó Simeone, que llegó a la cita con el...

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