La política reclama prudencia y honestidad

Héctor Aguer

El Misal Romano contiene una oración sencilla y profunda por la patria; en ella se invoca a Dios, que con admirable providencia gobierna todas las cosas, y se le pide que "por la prudencia de los gobernantes y la honestidad de los ciudadanos se afiancen la concordia y la justicia y podamos gozar de prosperidad y de paz". En esta plegaria litúrgica se establece una analogía entre la providencia con la que Dios rige los acontecimientos del mundo y la prudencia con que los gobernantes de los pueblos deben ejercer su misión, expuesta a tantas contingencias.

La providencia es la razón del orden que existe en la creación, que tiene como principios supremos la sabiduría divina y la bondad misericordiosa del Creador. Gobierno es la ejecución de ese orden providencial; para ejercerlo, Dios ha establecido causas necesarias en la naturaleza, pero también se vale de mediaciones, ya que asocia a las criaturas inteligentes -los ángeles y los hombres- como colaboradores de su causalidad soberana.

Por tanto, la libertad humana se incorpora activa y riesgosamente al orden de la providencia, en el cual se articula todo lo que ocurre. Podemos pensar entonces que la providencia es algo así como la prudencia de Dios, mientras que la prudencia de los hombres participa de la dignidad de la providencia divina.

De esta concepción, característica de la visión cristiana del mundo, se sigue la importancia decisiva y el valor del papel que cumplen los gobernantes de los pueblos en sus diversos niveles de autoridad, así como también los ciudadanos en el orden jurídico-político de una república. Pero ya Aristóteles, en su Ética a Nicómaco , ponderaba la importancia de la prudencia política como capacidad de deliberar, juzgar y decidir rectamente para asegurar el bien común de la polis , de la ciudad o comunidad política.

La oración evocada al comienzo designa como mediaciones de la providencia la prudencia de los gobernantes y la honestidad de los ciudadanos. Las altísimas razones de la providencia se nos escapan, son inescrutables, pero podemos estar seguros de que si faltan aquellas mediaciones imprescindibles para un buen gobierno, difícilmente se afianzarán la concordia y la justicia, y no podremos gozar de prosperidad y de paz.

Hacen falta la prudencia de los gobernantes y la honestidad de los ciudadanos, pero también son más que necesarias la honestidad de los gobernantes y la prudencia de los ciudadanos. Los dos órdenes, el de la prudencia y el de la...

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