La política como fenómeno delictivo

Ese hombre robusto y enjoyado que baja de un Audi y se adentra en la sombra fresca de un edifico de no viene solo: lo custodian a distancia dos gorilas en una 4x4 de vidrios blindados. Se supone que tanto el cacique como los escoltas van "calzados" a cualquier sitio; en este oficio no se puede confiar en nadie. El capo tiene mucho trabajo ese día: a través de contadores y expertos en finanzas ofrece servicios de prestamista y se dedica a la compra y venta de inmuebles, aunque posiblemente su "casa familiar" de tres pisos siga enclavada en el mismo barrio precario donde nació: para liderar no solo hay que bancar la parada y tener buenos contactos; también hay que ser muy cuidadoso con la cuestión simbólica. El sujeto no sabe que lo están siguiendo y que le tienen pinchados los teléfonos, aunque lo presume. Antes era habitual que sus "amigos" en la policía y en la Justicia lo libraran de esa clase de incomodidades y escrutinios, pero últimamente varios colegas y rivales han caído en desgracia: veinticinco jefes están presos y dos barras bravas completas han sido procesadas por asociación ilícita. Cambiaron provisoriamente los vientos, y hay que ser más cuidadosos que nunca. El hombre enjoyado ha hecho carrera en el territorio y en la tribuna, pero el fútbol ya es un negocio secundario. Se hizo desde abajo, como administrador de la violencia y fanático del tablón, y ahora regentea una vasta organización armada y polifacética. Es socio del puntero barrial, le vende protección, controla el de la zona, realiza pintadas para los candidatos electorales, garantiza control y vigilancia en marchas y actos partidarios de cualquier signo, ofrece grupos de choque al mejor postor, y se encarga de tercerizar las palizas cuando algún burócrata sindical quiere ponerles coto a los troskos más rebeldes del gremio. Es un mercenario de la seguridad con un ejército de matones, que nacieron al calor de las hinchadas y crecieron al amparo de los dirigentes, pero que luego se independizaron, se diversificaron y prosperaron hasta niveles desconocidos: ahora llevan una vida suntuosa que no pueden justificar.Durante más de una década, entraban y salían de las canchas sin problemas: no había en todo el conurbano bonaerense una sola prohibición de acceso, a pesar de los trágicos antecedentes penales que tenían estos delincuentes de gatillo, faca y bombo: la mala policía no los controlaba, solo les cobraba para hacer la vista gorda. Hoy se confeccionó una lista negra de...

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