Polemizar, el peor pecado

La eliminación de las semifinales de la Copa Argentina frente a Racing, tras la definición desde el punto penal, tuvo demasiados rebotes en River. El tropiezo encendió la polémica, y la caída promovió críticas para el técnico Matías Almeyda, blanco de los disconformes. La determinación de afrontar el partido con un equipo alternativo y que la responsabilidad de ejecutar los remates definitorios recayera en los juveniles Daniel Villalva y Luis Vila son los argumentos de quienes discrepan a partir del fanatismo. Los que miran un poco más lejos plantean los perjuicios económicos y la imposibilidad de pelear por el regreso a los torneos internacionales -consagrarse campeón hubiera significado jugar la Copa Sudamericana- como razones para el fastidio. Las estadísticas le dan la espalda a River, que desde 2004 no se impone en una definición por penales. Un simple dato que ensancha la brecha que diferencia a los Millonarios de Boca.Sin dudas, Almeyda podría refutar cada ataque, aunque optó por destacar el sacrificio y la entrega de los futbolistas. Lo cierto es que las motivaciones para la toma de decisiones no son antojadizas: cumplir con la palabra de respaldar a los jugadores que llevaron a River hasta esta instancia y resguardar a los titulares para las tres últimas fechas de la primera B Nacional, donde ascender es una obligación, figurarían, sin dudas, en su libreto. Tampoco es caprichosa la elección de los pateadores , ya que Almeyda y su ayudante de campo, Gabriel Amato, después de conversar con los futbolistas, dejaron que ellos armaran la lista. Una movida del DT fue incluir a Leonardo Ponzio en el último minuto del partido, mientras que Vila es un encargado histórico de las divisiones inferiores en tomar la responsabilidad.Económicamente, River embolsó 1.600.000 pesos por su participación, pero levantar la Copa Argentina le dejaba otro $ 1.500.000 a la tesorería. Y deportivamente, ganar el certamen devolvía a los millonarios al plano internacional, después de tres años de ausencia.Lejos de la polémica, la historia reciente marca que las definiciones por penales son un karma para River. Después de la controvertida clasificación en octavos de final frente a Santos Laguna, de México, al imponerse 4-2 (el árbitro paraguayo Carlos Torres hizo repetir el disparo de Daniel Montenegro que había detenido Cristian Lucchetti), la herida más profunda la provocó la caída con Boca, en las semifinales de aquella Copa Libertadores 2004. La derrota, y con el...

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