¿Qué será del poder después de Cristina?

La inquietud surgió en reuniones de las que participó Máximo Kirchner. Es medular al proyecto nacional y popular y tiene que ver con el futuro inmediato: tarde pero seguro, en La Cámpora acaban de percatarse de que, si el objetivo es convertirse en una estructura de poder que trascienda para, como pretenden, manejar los destinos del país, será necesario tender algunos puntos de contacto con empresarios de peso. La estudiantina puede ser útil para recabar votos, pero convertirse en un actor relevante de poder siempre requiere otras destrezas y alianzas. Hasta ahora, la corriente que conduce el candidato a diputado por Santa Cruz viene funcionando adherida al liderazgo de la Presidenta y a los fondos públicos.

Vicisitudes del cambio de escenario y de roles. No sólo Daniel Scioli se está preparando internamente para lo que podría ser, si triunfa en octubre, una convivencia con fuerzas que siempre lo han despreciado. El kirchnerismo delibera también sobre el modo de permanecer y convertirse, en un contexto diferente del actual, en una fuerza más allá del Estado. No es una meta sencilla porque, hasta el momento, empresarios y militantes han manejado lenguajes y cosmovisiones distintos. Pero hay un rasgo relevante que puede haber pasado inadvertido en estos días: las últimas reuniones que Daniel Novegil, con el aval de Paolo Rocca, dueño de Techint, le organizó a Axel Kicillof con empresarios de primera línea fueron por pedido del ministro de Economía, no por iniciativa del grupo siderúrgico.

El problema es que algunas señales son todavía ambiguas. Es natural, por lo tanto, que hombres de negocios afectos a lo concreto y demandantes de lo predecible queden completamente desconcertados. Tal vez porque, más allá de las intenciones, la dialéctica no esté siquiera resuelta dentro del Gobierno, donde proliferan los prejuicios.

En público, como cuando Jorge Capitanich rompía ante las cámaras de televisión un ejemplar de Clarín, el kirchnerismo le sigue hablando a la jefa. Lo hizo Kicillof el miércoles, durante el almuerzo en el Alvear con el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), que conduce Eduardo Eurnekian. "Vamos a seguir haciendo más o menos lo mismo", prometió, mientras crecían en las mesas el murmullo y la reprobación. Una puesta en escena: le estaba haciendo, para que se enterara Cristina Kirchner, una advertencia a Scioli.

Era, de todos modos, el Kicillof más espontáneo: no hay auditorio que al ministro le merezca tanta...

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