Fueron pocos los que cambiaron el rumbo deportivo

Si bien abundan los casos de deportistas cuyos hijos siguieron sus pasos, la gran mayoría de los vástagos optó por la misma disciplina que llevaron adelante sus progenitores. Los casos de Cesare y Paolo Maldini o de Juan Ramón y Juan Sebastián Verón en el fútbol; de Graham y Damon Hill o de Gilles y Jacques Villeneuve en el automovilismo; de Julio César Chávez y su hijo del mismo nombre o de Muhammad y Laila Alí en el boxeo, sumados a una interminable nómina de casi todas las especialidades, lo confirma.

No obstante, distinto es el caso cuando la sangre empuja a la herencia, pero ésta, si bien se inclina también hacia la actividad deportiva, difiere de la que practicaba la generación anterior. En ese ítem, las historias son muchísimas menos y por ende, muy puntuales. Tal vez el caso más emparentado con el de los Burruchaga sea el del ex tenista francés Yannick Noah, que al igual que Román, es hijo de un futbolista. Pero no es ello lo más llamativo, sino que lo que más impacta es que la tercera generación de los Noah, personificada por Joakim, no respetó el legado de las anteriores y se inclinó por el básquetbol. Veamos: el gran Yannick, de 54 años, llegó a ser la tercera raqueta del mundo en 1986, justo tres temporadas después de imponerse en Roland Garros, su único título individual de Grand Slam. Su padre, de 73 años, es Zcharie, un ex futbolista camerunés, cuya carrera interrumpió una lesión, en 1963. Ahora, el hijo de Yannick es quien brilla con luz propia: Joakim, de 2,11 metros, juega en la NBA. Defensor estrella de Chicago Bulls desde hace siete temporadas, fue dos veces All Star (2013-2014) a sus 29 años.

Profesional desde 2005, el tenista ucraniano Serguei Bubka es hijo de la máxima leyenda...

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