Pobrismo, una ideología de ricos para aliviar el sentimiento de culpa

Andrés Manuel López Obrador

Andrés Manuel López Obrador es un "hombre sin tarjeta". Nunca he tenido una, se jactó el presidente mexicano. La primera reacción instintiva es: ¡a quién le importa! Pero la segunda, más meditada, es: ¿por qué lo cuenta? Vale la pena reflexionar sobre ello, porque hay frases que esconden un universo moral, un legado cultural. Y esta, "no tengo tarjeta", es una de ellas.

Si lo hace público, se ve que quiere comunicar algo. ¿Pero qué? A ojo, que es mejor que nosotros, de una calidad humana superior a la nuestra. Porque está más cerca de los pobres, es más parecido a ellos. Y acercarse al pobre es acercarse a Dios, volver al estado de naturaleza. Tiren las tarjetas de crédito, ¡serán más puros! Como predicaba el padre Carlos Mugica, "deben ascender a la clase popular, deben hacerse pobres".

Pasemos por alto algunos aspectos triviales. El hecho, por ejemplo, de que la tarjeta hace tiempo que dejó de representar un estatus. Es una herramienta útil y práctica que, como el teléfono móvil, usa todo el mundo, directores de empresas y agricultores africanos. Vanagloriarse de no tenerla es, por lo tanto, bastante esnob. Y además de esnob, una ficción. De hecho, una cosa es ser pobre y otra muy distinta hacerse el pobre: el primero espera poseer algún día su tarjeta, señal de que por fin tendrá algo en el bolsillo; el segundo puede prescindir de ella porque no le cambia nada. Desde que el mundo es mundo, el pobrismo es una ideología cultivada por los ricos para aliviar el sentimiento de culpa de serlo. Y para salvarse el alma pensando compensar así a los pobres. Hacia los cuales prueban un amor sincero, que sin embargo a veces recuerda al de los pedófilos por los niños.

Pero lo que más importa es el universo ideal pobrista al que aludía. Un universo que AMLO comparte con la vasta y variada galería de populistas latinos de América y Europa. Cuando Fidel Castro tomó el poder, por nombrar a uno famoso, arremetió contra las tasas de interés: lo escandalizaban. Igual que a los teólogos medievales, le parecían inmorales. Y pensar que hacía ya siglos que los comerciantes flamencos o florentinos habían encontrado la manera de eludir el tabú religioso inventando instrumentos financieros que permitían el comercio y alimentaban la prosperidad europea. Cuando era niño, recuerdo las quejas de los militantes comunistas el día en que en las fiestas del partido los viejos bancos de madera comenzaron a dar paso a mesas adornadas con...

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