Pobreza y big data, ¿hay avances para estimar los índices sociales?

En 1961 el genial humorista Landrú publicó en la revista Tía Vicenta un desopilante "test para saber si usted es hombre o caballo", que tras unas breves preguntas (por ejemplo, "¿Qué prefiere comer, una suprema a la Maryland o una bolsa de alfalfa?" o "¿Qué hace cuando entra en su oficina: dice buenos días o relincha?"), permitía resolver la cuestión en forma inequívoca. Se trataba de una tomada de pelo a la proliferación de tests de la época, en particular en las así llamadas "revistas del corazón" ("Diez preguntas para saber si le gustás").Sesenta años después, los cuestionarios de los que se mofaba Landrú han sido reemplazados por big data y algoritmos, que parecen tener la respuesta a todo. Así, en el "top 20" de preguntas que la gente le hace a Google conviven cuestiones filosóficas ("qué es el amor") con otras no tanto ("cómo hacer un nudo de corbata").Sin embargo, llama la atención que varias cuestiones delicadas permanezcan todavía ajenas a los datos masivos y a los algoritmos. Una de ellas es la medición de la pobreza. Esta cuestión es el equivalente estadístico de querer envolver un triciclo. Los problemas empiezan con la mismísima indefinición de qué significa ser pobre, noción multidimensional y que involucra a disciplinas que van desde la economía a la biología, pasando por la antropología, la sociología, la política y la medicina, entre otras. Resuelta la cuestión de qué es la pobreza, resta lidiar con una tal vez más compleja: cómo medirla.La solución comúnmente adoptada es el enfoque de líneas: pobre es una persona cuyos ingresos no alcanzan para comprar un conjunto de cosas que se consideran necesarias para no serlo. El valor de esta canasta de bienes y servicios es la línea de pobreza. Entonces, la aplicación del método requiere de encuestas periódicas que midan los ingresos de las personas y los precios de la canasta.Claramente, se trata de una simplificación que se adopta por razones de conveniencia práctica. Nadie cree que los ingresos representen cabalmente el bienestar, ni que la línea de pobreza pueda dividir tan tajantemente a los pobres del resto. La popularidad del enfoque de líneas se debe a la facilidad que ofrece para computar y comunicar datos, y a que conduce a comparaciones válidas entre países o períodos. Y, además, a que las alternativas más conceptualmente apropiadas son notoriamente más costosas. Así y todo, su implementación demanda un enorme esfuerzo institucional de encuestas sistemáticas de ingresos...

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