Los placeres y los finales violentos de Westworld

"Estos placeres violentos tienen finales violentos." La cita de Romeo y Julieta recorrió todo el arco narrativo de Westworld -la serie de HBO que culminó su primera temporada anteanoche- hasta comenzar a demostrar en qué puede consistir el cumplimiento específico de esa profecía, repetida una y otra vez por el doctor Robert Ford (Anthony Hopkins) y su asistente Bernard (Jeffrey Wright). Por supuesto, hay spoilers para quienes no hayan visto aún "The Bicameral Mind", el episodio final de esta primera temporada, de 90 minutos de duración.

Como muchos espectadores predijeron al comienzo de la ficción, el enfrentamiento -o showdown, si seguimos el registro de este western existencialista- entre el Hombre de Negro (Ed Harris) y Dolores (Evan Rachel Wood), terminó por clarificar la identidad del primero y el propósito de la segunda a través de la figura del muy discutido laberinto.

Efectivamente, el laberinto es real, pero sólo para los anfitriones robots: no es un lugar específico, sino un juego diseñado por Arnold, su creador, para ayudarlos a alcanzar la conciencia a través del sufrimiento, un viaje al interior de su psique impulsado por el "dolor que provoca descubrir que el mundo no es como queremos que sea". De ahí que la cíclica victimización de Dolores y la muerte de la hija de Maeve (Thandie Newton), así como la enfermedad del hijo de Bernard, cumplían el mismo propósito: impulsar a los tres androides en su camino hacia su doloroso despertar.

Dolores -descubrimos a través de Bernard- alcanzó la conciencia por primera vez antes de que abriera el parque, por lo que su creador intentó convencer a su socio de que era aberrante esclavizar a seres vivos para diversión de los humanos. Al fracasar, decidió inmolarse junto a sus criaturas (obligando a Dolores a asesinarlo luego de matar al pobre Teddy y al resto de los robots) para evitar que Westworld funcionase.

Pero Ford quedó vivo tras la masacre y encontró en William un financista lo suficientemente obsesionado con la violencia y el estilo de vida que ofrecía -y dolido por la desaparición de su amante- como para solventar la reconstrucción del parque y la recreación de todos sus habitantes robóticos, incluyendo a una Dolores devuelta a sus "seteos de fábrica".

Treinta y cinco años después, la "nueva narración" de Ford (titulada ominosamente "Viaje hacia la noche") permitirá rectificar su error y proveer a los anfitriones de la revolución que les hará tomar el control del mundo en el que...

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