Recrear placeres y descubrir un mundo

Fue para un cumpleaños. Parado junto al voluminoso paquete, envuelto con moño y todo, el hombre era consciente de las dudas que lo asaltaban. Pero también sentía que en ese mismo instante en el que ponía cara de sorpresa –aunque supiera hasta el más mínimo detalle lo que había dentro de la caja– llegaba el momento de recrear viejos placeres y descubrir, sobre todo descubrir, un nuevo mundo.Las dudas nacían del escollo que había representado hacer saber entre su familia –con delicadeza, eso sí– que para su cumpleaños iba a pedir un electrodoméstico de regalo.Al aparato lo había descubierto dos o tres años atrás cenando en la casa de un amigo. Alejandro había invitado a toda la barra a una noche de picada y PlayStation en su nuevo departamento de reciente separado. A la hora del café, ofreció: "Tengo ristretto, dolce, luongo o descafeinado". Los muchachos –básicos, como buenos pibes de barrio, según dicen ellas– intercambiaron nerviosas miradas y ahí nomás empezaron las chanzas sobre la relación de su nuevo estado civil con la toallita bordada en el baño y los sahumerios en la mesita de luz del dueño de casa.Pero a medida que el aroma a café comenzó a invadir el ambiente, uno a uno fue pasando por la cocina. "¿Y cómo funciona este aparatito, che? ¿Ah... es italiano? Con razón es tan lindo. Los tanos son unos capos del diseño, ¿no? Ah, es suizo... ¿Y la...

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