Piccola Italia: en Palermo, un barrio que celebra la inmigración

En la ciudad de Buenos Aires se está gestando una Piccola Italia, cinco cuadras que son un espacio gastronómico y cultural para compartir y expresar la italianidad. Sus impulsores ya imaginan el arco en la esquina de Arévalo y Gorriti, en el barrio porteño de Palermo.

La italianidad en la Argentina resulta difícil de definir porque logró distribuirse en toda la sociedad, porque es inasible y omnipresente. Está en las palabras entremezcladas con el lunfardo, está en el valor de la familia y los amigos, está en las recetas heredadas y argentinizadas, está en cada barrio porteño con los negocios de nombres italianos, está en los aperitivos, está en las Volturno para el café corto y fuerte. Está.

El último informe de la Fundación Mundial de Migrantes revela que en 2015 más de 4.600.000 ciudadanos italianos residen en el extranjero. Comparado con el año anterior la cifra creció 3,3 por ciento. Estos datos surgen de los italianos que se registran en el pero deja afuera a muchos otros que no se inscriben aquí. La investigación muestra que los jóvenes de entre 25 y 39 años son los que más están migrando (conforman el 44 por ciento). La Argentina, Alemania y Suiza son los países que más italianos recibieron en la última década.

Il Ballo del Mattone, uno de los restaurantes ubicados en el corazón de esta Piccola Italia, en la entrada se parece a una despensa de antaño. Enseguida un patio como de un conventillo de La Boca, al reparo de toldos con los colores de la bandera italiana. "Buongiorno", saluda un mozo. Una pizarra que es la carta de platos (escrita en italiano) circula por el restaurante. En las paredes se imponen un buda de cerámica, un Cristo redentor en yeso, muñecas tipo Barby, fotos, cuadros, una escultura de mujer en tamaño natural, un trofeo.

"Este postre, la panna cotta, es una caricia al paladar. Mientras más fría mejor", recomienda el dueño de este restó con aire de conventillo cool, el tano Adrián Francolini. Este mediodía él viste una túnica con los colores de Italia. Su pelo, cortado simulando una cresta, es celeste y blanco. Cuenta que Il Ballo fue una revancha después de varias semanas en coma; de esto hace 9 años. "Me di cuenta de que tenía una segunda oportunidad y que quería tener un lugar mío, un bar italiano", dice, quien hoy se define como director artístico de ese espacio gastronómico-cultural.

Su padre tenía una despensa y él de chico lo ayudaba. "De allá vienen mis ganas de recuperar lo italiano", dice. Primero instaló un pequeño bar, a pocos metros de donde funciona ahora Il Ballo, luego fueron dos y tres, que se integran, con distintas...

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