Phil Collins: 'Hay cosas de mi vida que no volvería a hacer'

Después de un largo período alejado de los escenarios y sumido en dolores físicos y espirituales, el gran músico inglés, uno de los tres artistas que han vendido más de 100 millones de discos, está de vuelta y esta semana repasará en la Argentina su enorme carrera

Verano europeo de 2012. Lejos de sus años de gloria, la vida de Philip David Charles Collins se desploma, es una piedra enorme despeñándose de la cima. Sus días se diluyen en alcohol, vacío y un aplastante estado de melancolía. Fue uno de los reyes del pop melódico, un artista que vendió más de 100 millones de discos en todo el mundo y recorrió escenarios y países, pero ahora es un hombre taciturno que hace rato que no compone, que toma vodka como si fuera gaseosa y que además de la audición parece haber perdido la pasión y el sentido. Su cuerpo es un museo del dolor. Su exmujer, para colmo, le acaba de informar que se lleva a sus hijos más chicos (tiene cinco, de tres matrimonios), de 9 y 5 años, a vivir a Miami. Su médico lo ve muy desmejorado y lo envía a hacerse estudios. El resultado es demoledor: tiene pancreatitis grave, producto del alcohol. A eso se suma su crónica dolencia en la espalda -la postura en la batería le produjo un pinzamiento de vértebras que le hace ver las estrellas- y sus problemas agravados de sordera. Lo internan, lo obligan a dejar de beber. Collins, que toda su vida fue un hombre amable, cándido y tierno como sus canciones, ahora se ha convertido en un sesentón extraviado, un hombre solo y angustiado. Se niega a hacer rehabilitación y, en cambio, vuela a Miami a ver a sus chicos. En la Florida las cosas van peor. Ebrio, se tropieza en el baño y se rompe una costilla. Obligado por su manager, se interna en una especie de Alcohólicos Anónimos, donde coincide con gente de todo tipo, lo que lo incomoda. Lo obligan a desconectarse del mundo exterior, pero él logra contrabandear un celular, desde donde llama a un amigo para que lo rescate. Tras solo una semana sobrio, se escapa. Afuera, vuelve a tomar alcohol, a toda hora. Es un fantasma que repta entre los escombros de sus últimos puentes. Una noche le pide a su ex -quien no está al tanto de sus adicciones- que le permita llevarse a sus hijos de vacaciones a Turquía. Viaja con la niñera, que se convierte en su ángel de la guarda: ni bien llegan al Bósforo, Collins se zambulle en alcohol. Su niñera le hace una advertencia y el médico del resort en el que están un ultimátum: si no se atiende de forma urgente, puede morir. Él apenas puede hablar. Es traslalado en un avión hospitalario a Nueva York, donde lo internan y es tratado por un médico especializado en adicciones, que es uno de los mejores del mundo. Le suministra un neutralizador de la enzima que lo ayuda a metabolziar el alcohol, eso hace que sienta náuseas con solo oler un corcho humedecido con cerveza. Pero más importante aún, le hacen dar cuenta de lo cerca que estuvo -que sigue estando- de la muerte. Funciona.

Es enero de 2013. Pasaron cinco años de oscuridad. El hombre que ayudó a besar y a enamorarse a miles de parejas en todo el mundo en los últimos 30 años, el músico que fue baterista y líder de una banda icónica de los años 80, el artista de rostro confiable que fue amigo de Lady Di y ganó premios internacionales -entre ellos, un Oscar, dos Golden Globes y varios Grammys-, el autor de algunas melodías que más que canciones son catedrales góticas de la balada pop (himnos como In the Air Tonight , One More Night o Take a Look at Me Now ), comienza, al fin, su renacimiento.

Todo esto, que bien podría formar parte de una reconstrucción alimentada por el mito y salpimentada de amarillismo y exageración, es la pura verdad: lo cuenta el mismo Collins en su notable autobiografía, Not Dead Yet , que se publicó recientemente en español ( Aún no estoy muerto ), con el sello Aguilar. Al igual que Open , el libro de memorias de Andre Agassi, el de Collins -quien se presentará mañana en Córdoba y pasado mañana, en Buenos Aires- es un fabuloso y cautivante descenso hacia los paisajes más oscuros y luminosos de una vida extraordinaria. Desde San Pablo, Brasil, en diálogo con LA NACION revista , Collins (67) hizo un repaso...

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