El Perro, la jauría, la ley y el otro orden de las cosas

El Perro es una de las tantas salas alternativas porteñas. Queda en una esquina de la Paternal. Como otros tantos teatros de su tipo y como sucedió (y sucede) con tantos otros centros culturales independientes fue clausurado varias veces por motivos diversos ligados a la habilitación, sus normas y sus particularidades. Sin necesidad de entrar en detalles legales, algunas decisiones tomadas por los organismos de control parecen haber tenido un dejo de sobreactuación (término bastante apropiado cuando se trata de un teatro). Por ejemplo, una de las veces que se clausuró El Perro, sala en la que entran no más de cincuenta espectadores, a un señor se le ocurrió que agentes de la policía debían permanecer las 24 horas del día (y su noche) cuidando que nadie entrara al teatro. Otro señor le aplicó una multa de 170.000 pesos a una sala en la que hoy, por ejemplo, se presenta un espectáculo cuya entrada cuesta 80 pesos.

Finalmente, después de reclamos de todo tipo, a fin del año pasado El Perro volvió a abrir sus puertas. ¿Fin...

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