Cuando el peronismo paga su propia fiesta

Imagínense que ustedes encuentran de pronto carteles callejeros en los que yo anuncio con nombre y apellido la siguiente primicia: "No maté a mi perro". ¿Qué pensarían? Estoy seguro de que muchos creerían que alguien me acusa de esa atrocidad o que yo directamente la cometí y me estoy curando en salud. Freud diría tal vez que he caído técnicamente en una "negación" y que mi inconsciente me ha denunciado. El eslogan preferido del kirchnerismo a lo largo de este año inolvidable fue "Nunca menos". Esa frase no prometía nada mejor, parecía inscripta en la cultura del aguante, y sólo profetizaba la irreductibilidad del proyecto nacional y popular. Aunque sugería tácitamente lo contrario de lo que propugnaba, o al menos expresaba el peligro real de un cambio negativo. La psicología plantea que esas frases son reveladoras porque cuando uno les resta la negación descubre la verdad. No maté a mi perro significa que lo maté. Nunca menos significa menos. Y además, la cultura popular es impiadosa: nunca digas nunca, compañero.Hay que leer el candombe sentimental que hicieron en homenaje a Néstor Kirchner. Su coro murguero finalizaba diciendo: "Nunca menos, ni un paso atrás". Pero a cuatro semanas de haber finalizado la campaña electoral donde Cristina Fernández de Kirchner fue plebiscitada, aquel mensaje cobra hoy un nuevo significado. Y es porque efectivamente, habrá menos. Menos subsidios, menos consumo, menos complacencia social, menos épica progresista. Y porque el gran espectáculo político consistirá entonces en ver cómo el peronismo paga responsablemente su propia fiesta, algo que Perón no pudo hacer porque sus enemigos lo borraron del poder justo cuando comenzaba a intentarlo. Ni tampoco Menem, porque le entregó una bomba de tiempo fabricada con deudas a un radical conservador. Luego Machinea, castigando con un impuestazo a la clase media, y Cavallo, sobrestimando el poder de la Alianza, quisieron desactivar esa bomba, pero les explotó en la cara.Hablando de radicales, recordemos que poco antes de morir y a pesar de un sostenido repunte, Néstor Kirchner no lograba perforar un techo en las encuestas. El techo que le hubiera permitido eludir una segunda vuelta: en ese escenario todos los analistas mostraban que ganaría un tal Ricardo Alfonsín. El hijo de don Raúl vivía su breve momento de gloria. Néstor se lo arrebató al morir de manera sorpresiva y al resucitar con ese acto sacrificial al cristinismo: sus adversarios se desintegraron en el aire. Esa tragedia...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR