Perfección para la posteridad

La final de aquel sábado 28 de agosto de 2004 había sido programada para las 10, un horario deportivamente ridículo, con el cual el COI le demostraba al fútbol que no lo tenía entre sus preferidos. No le importó a un equipo que apuraba sus pasos a la gloria. El sol se levantaba para que bajase un calor cada vez más agobiante. Insuficiente para consumirle las energías a un seleccionado que no daba tregua. Enfrente, un rival, Paraguay, que hacía del partido una cacería de tobillos. Nada que acobardarse. El santuario de los Juegos de Atenas, el estadio Olímpico, le abría por primera vez sus puertas al fútbol para una cita que convocaba a menos de la mitad de las 58.000 personas que podían caber. Poca afluencia para un equipo que pasaba por el torneo con una generosidad y entrega que no les deberían ser indiferentes a nadie.

En aquel mediodía ateniense, mañana en la Argentina, nuestro seleccionado hacía historia. Paraba los relojes, detenía el calendario, marcaba época, inauguraba un nuevo tiempo. Después de 52 años, de recrear una y mil veces la gesta dorada de los remeros Capozzo y Guerrero en Helsinki 52, nuestro deporte volvía al oro. Unas horas más tarde, el basquetbol también trepaba a lo más alto del podio.

En el primer año aniversario, la evocación se tiñe más de pretérito cuando se repasa que Marcelo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR