Perdóname, he sido un padre ausente

Como han pasado dos años sin ver a Camille, su hija mayor, Barclays viaja a Filadelfia, donde ella vive.

Tras graduarse de una universidad de gran prestigio en Nueva York y trabajar en un banco de inversión, donde destacó por su penetrante inteligencia y su ética de trabajo, Camille hizo acopio de valor, renunció al banco y rindió exámenes para entrar en una escuela de leyes en Filadelfia.

Faltando dos años para graduarse como abogada, Camille es una estudiante tan brillante que ha sido contratada por uno de los mejores bufetes del país.

Barclays no podría estar más orgulloso de su hija. Es todo lo que él no pudo ser: inteligente, aplicada, estudiosa, disciplinada. Camille se levanta de madrugada todos los días, incluso los domingos, y estudia como mínimo ocho horas diarias. No pierde el tiempo. Estudia con un rigor y una curiosidad admirables. Por eso ha llegado adonde ha llegado.

En cambio, Barclays, su padre, a duras penas entró a una universidad mediocre, sobrevivió dando tumbos con calificaciones entre malas y pésimas, abandonó los estudios para dedicarse al periodismo y, cuatro años después, fue formalmente expulsado de esa casa de estudios. Tal vez porque académicamente fue un fracaso, Barclays se alegra de que su hija no siguiera sus pasos.

Debido a que lleva prisa para tomar el último vuelo de Miami a Filadelfia, Barclays mete en su maletín rodante ocho frascos de pastillas, sin advertir que ha confundido uno de ellos. Al llegar al hotel hacia las dos de la mañana, pide por teléfono tres jugos de naranja recién exprimidos, poniendo énfasis en que deben estar recién exprimidos. Pero media hora más tarde el camarero le deja tres jugos de naranja que son de caja, no recién exprimidos. Barclays se enfurece, amonesta al camarero y afirma que un hotel de excelencia debería servir jugos de naranja recién exprimidos a cualquier hora del día y la noche. El camarero asiente. Enseguida se retira.

Ofuscado, Barclays toma sus pastillas. Recién entonces advierte que no ha llevado el frasco correcto de una droga que se administra para regular la bipolaridad, llamada quetiapina. Por las premuras al salir de casa, eligió erróneamente un frasco de quetiapina regular, llamada Serenus, y no el que debió introducir en su maletín rodante, el de quetiapina de acción extendida, llamada Seroquel XR.

-No creo que pase nada si tomo quetiapina regular y no quetiapina XR -piensa Barclays, y a continuación traga la pastilla de Serenus, cuando debió tomar la de...

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