Perdidos en Buenos Aires

Si uno se acerca al mostrador en una de estas cafeterías donde no hay mozos y se atreve a decir: "Hola, buen día. Un café con leche, por favor", un joven cajero responderá cancheramente que lo que se pretende, en realidad, es un latte. "No tenemos café con leche, pero te puedo ofrecer un latte con un shot de café." Aunque uno acepte sin más, nada terminará ahí. "¿En qué size? ¿En qué medida?", puede que pregunte el empleado. Y no vale contestar: "En una taza", porque el muchacho seguirá preguntando. "¿Te referís al tall? Entonces, un latte con shot de café tall. ¿Algo para comer?" Si uno pide "una de esas galletas con chocolate", el muchacho aclarará: "Te referís a las cookies con yocolet chips". Y puede que uno se resigne: "Sí, quiero un latte con un shot de café tall y una cookie de chocoleit chips".Cada día, los residentes en la ciudad de Buenos Aires y alrededores están siendo acostumbrados intempestivamente a repetir ciertas palabras extranjeras que, sin embargo, en el castellano más castizo tienen una encantadora traducción. Si no, que alguien explique qué tiene de malo decir pochoclo (o, en las provincias, pororó), un producto con el que, con variaciones, se repite la historia del café con leche: "Disculpame, ¿qué size de pop-corn querés?" En algunos cines, más de uno se sintió desterrado en su propio país al no entender que el pochoclo se retira en el mostrador debajo del cartel que dice pick up.Esta cotidianidad tiene casos más extremos, como en algunos puestos (¿o stands?) de maquillaje (¿o make-up?) en shoppings (¿o centros comerciales?). Ahí son puestas a prueba hasta las bilingües más astutas. Antes de entrar ahí, a toda la que busque un corrector de ojeras le conviene saber que tiene que...

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