Pequeña historia de los remedios milagrosos

No importa cuánto se elogie el escepticismo y el pensamiento crítico que el mundo científico cultiva con fruición, cuántas novedades surgidas de los laboratorios se difundan hasta en conversaciones de sobremesa, ni cuántas advertencias se lancen sobre "yuyos sanadores" que, en el mejor de los casos, apenas tienen efecto placebo, en la mayoría de las personas las promesas publicitarias y las historias sin sustento sobre elixires tienen más encanto que las cautas (y aburridas) recomendaciones de quienes hablan con conocimiento del tema.

Ya se sabe que las páginas iniciales de la medicina y la farmacología las escribieron brujos y hechiceros. Los primeros "remedios" no sólo incluyeron plantas cuyas virtudes sanadoras se descubrían por prueba y error, sino venenos y menjunjes que podían conducir al doliente a una galería de padecimientos.

Después llegaron los alquimistas, que intentaron transmutar los metales comunes en oro, pero también elaborar tónicos de la inmortalidad. Entre el siglo XV y el XVIII, se multiplicaron los relatos de brujas y aquelarres, y se fabricaban ungüentos de plantas. Varios de ellos, según cuenta Michael Gerald en su Historia de los medicamentos (Librero, 2015), fueron descritos por el médico Johannes Hartlieb en 1456 y presuntamente otorgaban ¡la facultad de volar! A. J. Clark, farmacólogo del University College London, llegó a la conclusión de que entre sus múltiples ingredientes predominaba, por ejemplo, la belladona, que más tarde se convertiría en uno de los primeros remedios homeopáticos. Las mujeres de esos años exprimían el jugo de su fruto para provocar dilatación en las pupilas y "fulgor en la mirada".

La historia de la humanidad también es la del intento de descubrir "potenciadores" de capacidades físicas e intelectuales. A comienzos del siglo XX, los impresionistas creyeron haber encontrado uno de estos recursos en la absenta, fabricada comercialmente por primera vez en Suiza, que fue también el primer país en prohibirla cien años más tarde. Baudelaire, Manet, Van Gogh, Oscar Wilde, Rimbaud, Toulouse-Lautrec, Picasso y Hemingway consumían regularmente el "hada verde" en busca de inspiración, pero más tarde este licor compuesto por flores de hinojo, anís, hojas de ajenjo (Artemisia absinthum) y una base del 50 al 75% de alcohol "perdió su halo místico y su ingestión fue vinculada con actos violentos y desorden social".

Por esas épocas, los remedios...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR