Un peligroso juego pendular que solo conforma a pocos

El Presidente Alberto Fernández durante su visita de tres días a China.

Imaginen si un presidente argentino en algún momento hubiese dicho ante su par norteamericano: "Tenemos que ver la manera en que Argentina se convierta en una puerta de entrada para que Estados Unidos ingrese en América Latina de un modo más decidido".

Los sectores autopercibidos "progres" lo habrían desollado vivo y la frase habría quedado incrustada para siempre en la historia como ejemplo de brutal entreguismo rancio y colonizado.

Cámbiese del textual citado las palabras "Estados Unidos" por "Rusia" y se obtendrá la sorprendente ocurrencia que Alberto Fernández pronunció en el Kremlin ante Vladimir Putin, sin que aquí se haya producido ningún reclamo airado por parte de los defensores de la soberanía y la pureza ideológica. Eso sí, en paralelo, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, visitaba en Buenos Aires al embajador estadounidense en pos del "fortalecimiento de los vínculos bilaterales". Como te digo una cosa, te digo otra.

De estar vivo Juan Domingo Perón, adalid de la "Tercera Posición" -que propugnaba mantenerse equidistante tanto de "uno como de otro de los imperialismos dominantes"- probablemente se habría fastidiado, y con razón.

El momento geopolítico en que Fernández descerrajó su audaz idea, además, no pudo ser más inoportuno por la crisis de Rusia con Ucrania que tiene al mundo en vilo y porque pone más en riesgo (de lo que ya lo hicieron Cristina Kirchner, con su flamígero discurso en Honduras, y la renuncia de su hijo Máximo a la jefatura del bloque de diputados oficialista) el trabado acuerdo con el FMI.

"Zelig en estado puro. Le dice a cada uno lo que quiere escuchar", tuiteó en cuanto trascendieron los dichos presidenciales el diputado nacional Hernán Lombardi, en alusión a aquel desopilante personaje camaleónico que dio título a uno de los films más celebrados de Woody Allen.

El máximo portazo abría al actual primer mandatario una nueva posibilidad de intentar avanzar con cierta autonomía, aun sin necesidad de romper lanzas del todo con el ultrakirchnerismo, pero una vez más volvió a desaprovecharla. Su invitación a que Rusia tenga un papel protagónico en la Argentina dinamita simbólicamente el acuerdo con el FMI, además de encolumnarse con el sector más ultra del Frente de Todos que presenta al organismo internacional como un ente diabólico que solo responde a Norteamérica, como si no tuviesen ni voz ni voto China, Japón, Alemania y también Rusia...

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