Un peligroso caso de doble personalidad

Ignora D'Hubert por qué Feraud porfía en el desafío, y ninguno de los dos recuerda muy bien la nimia razón que desató aquel encono íntimo que ha devenido batalla perpetua. La obra de Joseph Conrad se titula simplemente El duelo, y no puedo dejar de pensar en ella cada vez que alguien del mundo político me refiere la extraña tirria que se prodigan Alberto y Mauricio, un asunto que ha sido siempre más personal que ideológico, aunque ahora se encuentre revestido de coartadas racionales: ninguno de los dos es dogmático; son esencialmente pragmáticos y centristas. Pero se detestan con pasión.La segunda nouvelle es aún más famosa y trata sobre un científico que mantiene una misteriosa asociación con un misántropo. Surgió de una pesadilla de Robert Louis Stevenson, que una noche pegaba gritos en el lecho hasta que su mujer lo zamarreó, muy preocupada. "¿Por qué me has despertado? -le dijo-. Estaba soñando un dulce cuento de terror". Ese sueño se convirtió en una breve narración de intriga alrededor de aquel científico de buenos modales, y también de aquel socio lleno de oscuros secretos que practicaba la crueldad. La misiva del epílogo de El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde revela que se trata de una misma persona. Un prologuista lo definió así: "El hombre que autoriza vida autónoma a su propia parte negativa se expone al peligro de convertirse en víctima. Al principio el juego parece que está controlado y dirigido por la voluntad de quien lo conduce. Pero pronto Hyde escapa al control del que lo ha construido. La desventura del aprendiz de brujo es el riesgo de toda infracción a las leyes de la naturaleza". El científico, en efecto, había logrado con una fórmula química desdoblarse: no eran socios, eran dos versiones antitéticas de un mismo personaje; el hombre y la bestia que todos llevamos adentro. Esta parábola, traída a la política vernácula, preocupa al electorado independiente, pero también al peronismo. Una parte de la coalición kirchnerista se presenta como pacífica y moderada, y asegura que sofrenará a la otra, más salvaje, radicalizada y vengativa: a los enemigos, ni justicia; una "brisita bolivariana". ¿Quién mandará sobre quién?, se preguntan discretamente, y no sin cierta angustia, los eternos devotos justicialistas del macho alfa. El Día de la Lealtad, Carlos Verna llamó en La Pampa a tragarse muchos "sapos", y Alberto Fernández le gritó a la multitud de fieles: "Cristina y yo somos lo mismo". ¿Lo son? ¿Cómo acabará...

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