Una película de terror

MELBOURNE.- La sangre corre por las venas con una intensidad que puede ser peligrosa. El estadio Margaret Court acaba de transformarse en una jaula con un león indomable. Un león tan fiero y desencajado como talentoso y atrevido. Son las 20.27 del miércoles australiano, cuando la respiración se corta con un suspiro. Falta el aire, mezclado en el griterío infernal. David Nalbandian acaba de chocar una pelota contra la red, en el peloteo final contra John Isner, pierde el partido de las emociones intensas y lanza la raqueta a cualquier parte. Saluda al norteamericano y se despide del umpire Kader Nouni, el francés con el que se desató, minutos antes, una tormenta dialéctica. Se va, se despide Nalbandian, con un juego que merece un cuadro y con una actitud que recuerda sus añejas batallas contra el mundo entero. Su talento, intacto, sigue siendo su estandarte. Su personalidad, intacta, desafía a su? talento. El mundo Nalbandian, moraleja precisa de su personalidad, comprimido en cuatro horas, 41 minutos, de una película en su nombre. Pierde por 4-6, 6-3, 2-6, 7-6 (7-5) y 10-8 en un combate que es una radiografía exacta de su vida y obra.Gana el primer juego, pierde el segundo, gana el tercero, se le escapa la precisión en el tie break del cuarto y arroja su descuidada raqueta, que casi choca contra el rostro de un pibe que tiene la tarea de alcanzar las pelotas. La bola pasa a centímetros de su oreja izquierda, el umpire se lo advierte y el cordobés, enfervorizado, sale de la pista: va a refrescarse al baño, entre otros asuntos. Cuando vuelve, se presenta el riesgoso quinto acto. Puede pasar cualquier cosa, verdaderamente. Hasta aquí, David expone su hábil muñeca contra una fiera del servicio (43 aces y 224 kilómetros por hora), un basquetbolista devenido en tenista, a pesar de sus 2,05m. El Rey, en la selva, combate contra los misiles con lo que mejor tiene: una mano prodigiosa. El revés a dos manos, las devoluciones y los toques en la red se parecen al champagne con sus fresas. Tanto es así, que el público, en el atiborrado escenario, se inclina por el cordobés, a pesar de las dos, tres veces que su raqueta rozó el cielo, despedida con furia.En la jungla, el rey manda. Arma un cumpleaños con tantos globos que construye por encima del gigante. Que estira su raqueta? y no llega. A Isner lo sostiene su cuerpo, su físico, su ranking. Los escalafones, en realidad, son una mentira...

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