La pasión por la selección en los confines de la Argentina

Es una injusticia, pero ya no tiene vuelta atrás: los compañeros de la sección Deportes de LA NACION me tildaron de mufa.

La acusación es tremenda, hay carreras periodísticas que se han derrumbado por circunstancias similares. Grandes colegas terminaron sus días en el ostracismo, hundidos en escritorios irrelevantes, soportando las miradas acusatorias ante cada derrota de un combinado deportivo argentino.

En mis inicios profesionales vi el espanto en los ojos de un viejo periodista que se escabullía de su lugar de trabajo antes de los partidos de la selección de fútbol. No soportaba la presión de ser el eventual culpable de una derrota.

Antes que eso, preferí mi propio exilio y decidí ver el debut argentino en el punto más austral de la Argentina continental. Allí, en el faro de Cabo Vírgenes , al sur de Santa Cruz , rodeado de pingüinos y viento, nadie me podría hacer responsable de goles errados, o pases mal dados.

Además de espantar posibles conjuros, decidimos aprovechar el viaje para iniciar una serie de notas: veríamos cada partido de la selección en un lugar aislado de la Argentina. La idea era reflejar la única pasión que atraviesa condiciones sociales, geográficas y preferencias políticas, ideológicas y sexuales.

Salvo para los hinchas fanáticos de un club -esos que prefieren que Boca gane el torneo de la Reserva antes de que Messi levante la Copa del Mundo- la idea de una identidad compartida entre todos los argentinos tiene en la selección uno de sus elementos fundacionales. Las referencias centrales a la hora de ubicar en el tiempo algún episodio de nuestra biografía se sostienen en los ciclos mundialistas. Mi cuarto año del secundario, por ejemplo, es el invierno épico de las atajadas de Sergio Goycochea en Italia 90.

Con el fotógrafo Santiago Filipuzzi nos tomamos un avión a Río Gallegos y manejamos unas tres horas por caminos poceados hacia el sur. Llegamos a la tarde al faro y junto con los dos torreros que lo custodian - Jorge Olivera y José Grágeda - recorrimos la playa ancha y el acantilado que balconea sobre el estrecho de Magallanes , el mismo lugar por donde Fernando de Magallanes navegó hacia el oeste y abrió el ansiado pase entre el Atlántico y el Pacífico . Jorge encontró una pequeña estrella de mar de cinco puntas y la recogió convencido de que era un buen augurio.

Los responsables de la torre de Cabo Vírgenes

Por la noche, los torreros cocinaron pizza y nos contaron de su Jujuy natal. Jorge nos dijo que extraña a...

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