'Parecía un caso imposible'. Las dos mujeres que derrotaron a Philip Morris y produjeron un cambio histórico en la industria tabacalera

Madelyn Chaber, abogada, a la izquierda; Patricia Henley, la cliente, a la derecha

Esta historia transcurrió entre 1998 y 2004. Fue una de las batallas legales más desiguales en la historia del Derecho. En un hecho inédito, las estadounidenses Madelyn Chaber y Patricia Henley, abogada y cliente, demandaron a la tabacalera Philip Morris. La acusaron de "fraude, engaño y encubrimiento" . Henley era una paciente terminal de cáncer. Oriunda de San Diego, soñaba con ser cantante de country y dirigía su compañía de plomería.

El tumor se le había expandido por casi todo el abdomen y no había manera de operarla. "Va a vivir 4 meses más", pronosticaron sus médicos. A sus jóvenes 53 años, su cuerpo ya estaba muy desgastado: los cigarrillos Marlboro, a los cuales era adicta desde los 15 años, le habían provocado la enfermedad. Entonces decidió demandar a Philip Morris con el argumento de que la compañía, adrede, no advertía correctamente sobre los efectos perjudiciales de sus productos.

Henley fue a buscar ayuda en el lugar indicado. Tocó la puerta en un estudio jurídico de San Francisco. El socio mayoritario revisó su caso, lo aceptó y se lo asignó a Madelyn Chaber, una de las abogadas más destacadas del despacho. Chaber, nacida en Nueva York, era una de las socias accionistas y su registro tenía una tremenda casualidad: venía de ganarle un juicio a la Lorillard Tobacco Company. Un cliente suyo, Milton Horowitz, había contraído mesothelioma por la acumulación de asbestos en los filtros de los cigarrillos de esa marca. Ella los llevó a juicio y los hizo pagar.

Madelyn Chaber, abogada, se convirtió en la pesadilla de las tabacaleras.

Ahora, en comunicación telefónica con LA NACIÓN, Madelyn CHaber revive el caso.

-Madelyn, ¿Dudó antes de aceptar el caso de Patricia Henley?

-No, ¡yo tenía muchas ganas de tomarlo! Lo acepté sin pensar.

-¿Quién era Patricia Henley? ¿A qué se dedicaba?

-Era una persona común y corriente de 52 años. En el momento que la conocí, ella quería ser cantante de country. Salía y cantaba en lounges, pero nunca llegó a ser conocida o famosa. Patricia tenía una empresa de plomería, ella dirigía, coordinaba las cuentas. Tenía un hijo.

-¿Era una persona adinerada? Los honorarios del bufete deben haber sido caros.

-No era adinerada. Yo recuerdo que era de clase media-baja. Pero no nos tuvo que pagar nada. El estudio cobraba una comisión de los premios, en caso de ganar. Si perdíamos, no cobrábamos. Solo tomábamos casos de ese tipo, en los que hubiera clientes dañados por los efectos negativos de los productos que fueran.

-¿En qué estado de salud la encontró cuando...

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