Parches constantes para la emergencia permanente

decidió a un mes de haberla "remozado" con el reemplazo de espías ingratos por funcionarios incompetentes, aunque de su máxima confianza. La toma de ocurrida para aquel entonces como nuevo jefe de los servicios de Inteligencia tuvo todos los condimentos protocolares que distinguen a las designaciones solemnes. El 16 de diciembre pasado, Parrilli se comprometió a hacerse cargo del área de investigaciones jurando "por Dios, por la Patria y por los Santos Evangelios", ante un Salón Blanco colmado de funcionarios que lo aplaudieron acaloradamente, a sabiendas de que quien hasta ese momento ocupó la Secretaría General de la Presidencia nada conocía sobre las funciones que se disponía a ejercer.

Pasados apenas 41 días de esa asunción, Cristina Kirchner eliminó tal Secretaría. De pronto, la trágica muerte del fiscal Alberto Nisman, que la había denunciado como cabecilla de un plan para desincriminar a Irán por el ataque a la AMIA, la hizo caer en la cuenta de que, así como estaba, la central de espías no cumplía sus fines y que era necesario crear una Agencia Federal de Inteligencia (AFI), sobre cuya transparencia e independencia del Gobierno nadie cree y hay razones para no hacerlo, pues la mentira ha sido una política de Estado a lo largo de todos estos últimos años.

La disolución de la ex SIDE era reclamada desde hace mucho tiempo por variados sectores, algunos del propio oficialismo. Pero, como suele pasar con el kirchnerismo, cada vez que pudo haber elegido hacer las cosas bien, optó por hacerlas mal, como mera reacción a un escándalo o como último recurso: un bote salvavidas frente al inminente naufragio.

La falta de políticas de fondo es harto evidente y para nada nueva. En 2004, el secuestro y la muerte de Axel Blumberg derivó en una de las más contundentes movilizaciones sociales en reclamo de seguridad. El Gobierno se vio impelido, junto con el Congreso, a dar respuesta a las demandas de una ciudadanía harta de violencia. Se sancionaron leyes y se endurecieron penas. Pero fueron intentos aislados. Desde el Poder Ejecutivo se siguió negando sistemáticamente la creciente inseguridad.

No fue la única vez que una tragedia -como la sucedida con Nisman cambia las normas: la muerte de Isidro, el bebe forzado a nacer como consecuencia del balazo que impactó en el vientre de su madre, Carolina Píparo, durante una salidera, y muerto una semana después, también derivó en nuevas prohibiciones y reglamentaciones: los bancos colocaron mamparas para...

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