La paradoja de un seleccionado en zona de promoción

Debe ser la paradoja más cruel del deporte en la actualidad: La selección argentina continúa al frente del ranking de la FIFA, por encima de equipos como Brasil (2°), que lleva ocho victorias consecutivas y pregunta cuánto más muñecos más tienen que voltear para alcanzar la cima, y Alemania (3°), vigente campeón del mundo y líder de su grupo en las eliminatorias europeas con puntaje ideal; sin embargo, nunca en el pasado reciente el equipo nacional jugó tan mal. Tan mal que preocupa hasta a los defensores del resultadismo, a quienes el 1-0 sobre Chile (4° en el ranking FIFA) en el Monumental de unos diez días atrás pareció pasarles inadvertido, enfurecidos como cualquier consumidor del juego por el pobre papel del seleccionado en el campo, tanto como por las apreciaciones en una escala de 1 a 10 del entrenador (por lo menos hasta hoy, si Claudio Tapia y Cía no disponen lo contrario) Edgardo Bauza.

¿La verdad? La selección está en una situación delicada pero no terminal. Como aquellos equipos que andan a los tumbos, pierden tanto como ganan y olvidaron a qué se juega, flota en un limbo. Se balancea entre la legitimación que supone una vía directa a la Copa del Mundo y la catástrofe que para muchos sería la eliminación lisa y llana por primera desde 1970.

Ese limbo es, para ponerlo en términos ya conocidos, una especie de promoción, como las que ya no se disputan más desde 2012 en el torneo local. Tiene todas las características de esa angustiosa definición: son cuatro partidos los que faltan para terminar las eliminatorias, dos como local y otros dos de visita, solo que con distintos rivales.

Si la selección gana esa promoción, sigue en Primera (o sea, viaja a Rusia 2018); si la pierde, aguarda el descenso, equivalente a mirar el Mundial por TV. No se sabe qué es peor -si descender o seguir la fiesta en pantalla chica- aunque en ningún caso es una tragedia irreparable.

Ese es el horizonte relativamente oscuro que afronta este equipo que está primero en los...

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