El papel quiere subirse a la revolución digital

En 1894, el francés Octave Uzanne escribió un artículo titulado El Fin de los Libros, para la revista estadounidense Scribner’s Magazine. Su razonamiento partía del supuesto de que leer era más trabajoso que escuchar, por lo que el nuevo desarrollo de Edison, el fonógrafo, pronto acabaría con esa antigualla de los volúmenes impresos. Su planteo puede parecer algo estrafalario hoy, pero está plagado de las mismas falacias que, 120 años después, vician otros pronósticos semejantes. El artículo de Uzanne es una belleza y, además, predijo los audiolibros y otras tecnologías relacionadas con la producción literaria. Pero con el papel impreso se equivocó de medio a medio. Tanto, que a la vuelta de los años, su artículo se consigue en formato de libro impreso. Y, por supuesto, en la Web:

Más de un siglo después, y muy a pesar de lo que vienen anticipando los gurús desde que se encendió la primera pantalla de computadora, el papel impreso sigue entre nosotros. Sobrevivió a la PC, las notebooks, las tablets, los e-books, los smartphones e Internet.

Somos muy pocos los que anticipamos que sería muy difícil para la civilización deshacerse de los impresos. Nuestro vaticinio no se basó en la nostalgia, como suelen decir, sino en un par de principios simples y cuantificables. Una tecnología desaparece por dos motivos. O bien porque nace otra que hace esa tarea más rápido, mejor y a menor costo, y, de ser posible, con una mayor seguridad para las personas. O bien porque lo que esa tecnología hacía ya no es necesario para la humanidad.

El papel impreso todavía está entre nosotros porque, analizado según esos principios, todavía tiene algo para ofrecer. Es capaz de hacer cosas que los dispositivos digitales no pueden, y en varios rubros. El asunto es largo, pero, por ejemplo, los impresos son extremadamente difíciles de fraguar, al revés que los datos digitales. Y cuando se imprimen cientos de miles o millones de ejemplares, la posibilidad de fraude es igual a cero. Es el principal problema del voto electrónico. Ya me ocuparé del tema en alguna columna futura, porque vengo oyendo un número bastante grande de errores de concepto al respecto. El principal es que no se trata de voto electrónico, sino de voto informático. Parece una sutileza semántica, pero no son ni remotamente lo mismo.

Otro rasgo único de los impresos es que nos brindan un recuerdo físico, espacial, acerca de dónde estaba cada fragmento de lo que leímos. Son ya varios los estudios que...

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