Su papá comenzó a los 15 haciendo quesos, hoy ella es la directora del más grande cluster quesero del país: 'Tenemos todo para una buena picada'

La familia quesera de La Juanita

La historia comienza muchos años atrás de la llegada de Agustina Miqueo a la presidencia del Cluster Quesero de Tandil, el más grande del país. Su bisabuelo llegó a la Argentina en 1887 y se dedicó a la actividad tambera. Estuvo unos años en diferentes emprendimientos hasta que compró una fracción de campo en Estación De La Canal, partido de Tandil. Lo llamó "La Juanita", como era el nombre de la única hija mujer de la familia. Con los años quedó viviendo su abuelo, Matías Miqueo, que había abordado una actividad diversificada: ovejas, vacas de cría y alguna lechera.

Su papá se puso a trabajar con él a muy corta edad y con pocas vacas entregaba la leche a una fábrica que funcionaba en Tandil. "Un camión pasaba a retirar la leche de varios tambos de la zona, y con una carretilla y unos tarros lecheros salían a su encuentro todos los días para vender su parte", recuerda Agustina, quien recibiera de manos de Esteban Magnasco su designación al frente del cluster luego de integrar la comisión directiva por tres años. Fuera del nuevo cargo, junto a sus dos hermanas, honran la tarea en la empresa que comenzó su papá a los 15 años.

En la actualidad está encargada de la parte de producción de Lácteos La Juanita, un emprendimiento que cada día transforma ocho mil litros de materia prima, proveniente de leche del tambo propio que tiene más de 300 vacas en ordeñe.

Inundaciones, un fuentón de chapa y el inicio de la empresa

En 1975, un período de inundaciones hizo que el camión que recogía la leche del tambo de su padre no pudiera pasar por más de una semana. "Fue entonces que mi abuela recordó tener anotada una vieja receta de la familia de un queso pategrás -rememora Agustina-. Y decidieron realizarla usando un fuentón de chapa con un mechero a gas. Cuando los caminos volvieron a estar transitables, mi papá fue a la ciudad a vender esos quesos y en ese momento supo que a eso quería dedicarse". En el siguiente invierno, salió a cazar liebres y con los cueros compró la primera tina, la olla grande donde se hacen los quesos. Luego vendió las colmenas que tenían en el campo y con el dinero construyó la primera sala para la elaboración. "Con los años llegó mi mamá que se convirtió en la quesera junto a mi abuela, mientras mi papa ordeñaba en el tambo, subía al tractor para sembrar y también algún día en la semana iba a la ciudad a vender los quesos". De a poco el emprendimiento fue creciendo y pudieron contratar a los primeros empleados. "Nosotras llegamos y naturalmente la actividad de...

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